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Podemos confiar en que saldrá el sol? / ¿O las estrellas para cartografiar los cielos? / Verde como la hierba, dulce como el vino / ¿En qué confiamos?

Podemos confiar en que saldrá el sol? / ¿O las estrellas para cartografiar los cielos? / Verde como la hierba, dulce como el vino / ¿En qué confiamos?

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La Exposición fue maravillosa. Si Tom no estuviera tan empeñado en ser Primer Ministro, le gustaría ser un inventor: hacer cosas imposibles y hermosas y asombrar a las masas con la creatividad y brillantez de cada creación. Ser uno de los elegidos capaces de convertir sus sueños fugaces en objetos tangibles con forma y sustancia.

Harry se había ido solo a escuchar las charlas de su médico. Tom se concentraba en el pulso de su magia, su instinto siempre que Harry estaba fuera de su vista. Ambos se habían arreglado para la exposición. Tom había encontrado y guardado en secreto un precioso conjunto de chaqueta y pantalón de pata de gallo color crema para Harry las pasadas Navidades, procedente de las donaciones, y Harry por fin había crecido lo suficiente como para caber en él con la cintura y las mangas remangadas. Tom también había encontrado oro y llevaba un conjunto de pantalón bombacho y chaqueta azul claro. Estaba ligeramente usado. Harry y él se veían muy bien juntos, lo que le daba a Tom una extraña sensación de vértigo. Los vestiría así a los dos todo el tiempo en cuanto tuviera el dinero para ello,  quería que Harry y él parecieran siempre un conjunto a juego.

Marlow también había traído a Leyland a la exposición (lo que hacía que el trayecto en coche fuera incómodo), y los dos estaban en algún lugar mirando algo llamado trampolín. Tom estaba observando una radio portátil llamada "walkie-talkie". Acertadamente llamado así.

Sería estupendo que él y Harry pudieran tener un par en el futuro, así siempre podrían ponerse en contacto si se necesitaban el uno al otro. Tom se preguntó si se podría hacer algo similar con magia.

—¡Tom!

Harry lo abordó en señal de saludo.

—¿Te gustaron las charlas? —preguntó Tom.

Harry asintió con entusiasmo.

—Me perdí un poco cuando hablaban, pero reconocí muchas palabras —dijo Harry. —Estoy deseando estudiar medicina. Quiero ser el mejor médico del mundo —confesó. —O al menos espero poder serlo,  así nunca habrá nadie a quien no pueda ayudar.

—No lo dudes y dilo bien —le dijo Tom con cariño. —Serás el mejor médico del mundo.

—Pero solo puedo intentarlo —argumentó Harry.

—Entonces ya has admitido la derrota. No hay que intentarlo.

—¿Quién murió y te convirtió en Yoda? —preguntó Harry, poniendo los ojos en blanco.

¿Quién era Yoda? ¿Un filósofo que Tom no reconocía?

—Admito que no estoy familiarizado con sus escritos —admitió Tom a regañadientes.

Harry se rio como si pensara que Tom estaba haciendo una broma.

—¡Vamos, vayamos a ver a los autómatas y las cajas de música!

Holly & YewDonde viven las historias. Descúbrelo ahora