1. El traslado

9.1K 343 30
                                    

- ¿Siguen queriendo que me vaya? -Dije esperanzado. Esperando aunque sea un "No, hijo. Te amamos. Quédate con nosotros" O simplemente la ultima frase. No recibí respuesta alguna.- ¡Por favor! Seré claro ¡Estaré viviendo con puros gays y soy completamente heterosexual, será una maldita tortura!
- Cierra la boca, Travis. -Exclama mi madre, mirando a su teléfono. Como siempre.- ¿Ahora resultas ser homofobico? Eso si que es nuevo.
- En ningún momento dije e-
Fui interrumpido por mi querido padre - Tómalo como una nueva experiencia, puedes hacer un blog "Mi supervivencia entre los maricas" -Se echó a reír. Creo que nadie en esta maldita familia entendía mi situación, nunca lo hacían y aunque mi papá en el último momento, se intente llevar bien conmigo... Le notifico que no va a funcionar, Sr. Woods.
***
Pasaron 3 horas aproximadamente y eran ya las 9 A.M, según rezaba mi reloj digital de pared. Dentro de 30 minutos me venían a buscar los del internado, debo admitir que estaba un poco deprimido y era hora de despedirme por 3 meses -Si mis padres no decidían abandonarme como basura en Ohio- de mi habitación y de mi absoluta privacidad. Ayer me había despedido de Jane y Jace -Mis hermanos preferidos. Amo la manera en la que conviven-, Max, Emiliana, Gerald y Zachary. Mis queridos amigos. Ahora me debía despedir de mis objetos preciados los cuales mis padres consideraron que eran inútiles y que no debería llevar a un internado y que lo más probable es que se rieran de mi, me implantaron miedo pero les hice jurar que cuidarían mis cosas como si fuera su móvil o su dinero.
Primero mi máquina de escribir, había estado en mi cuarto desde mi primer amor con Juliana, fue una maldita perra y espero que arda en las llamas del infierno, esta máquina soportó mi ira y mis llantos mientras escribía todas esas palabras de decepción y odio. Creo que una de las tantas cosas que escribí esa noche fue:
"Quisiera tener un amor que me valore, sin traiciones, sin mentiras, sin nada de decepciones, un amor perfecto... Pero tal cosa no existe. Sólo que algunos errores se perdonan y otros no, de eso se trata."
Pasaron alrededor de dos minutos de melancolía, vi el reloj y eran las 9:05, me quedaban 25 minutos para despedirme de todos mis preciados objetos que se encontraban en mi habitación. Pasé a una caja tamaño mediano que se encontraba en una mesa un poco larga en donde tenía demás cosas; era de color negro y tenía dibujados puros ying-yang y figuras abstractas, fue un momento de inspiración. Su contenido era todo tipo de aquellas piedras preciosas llamadas cuarzo, era mi colección. Tengo Cianita, es un cuarzo el cual dicen que es para proteger a los enamorados, Ágata, dicen que es para mantener el equilibrio físico y emocional, Ámbar, esta se encarga supuestamente de proteger tu salud, Amatista, la cual no recuerdo su supuesta función. Puedo decir que ninguna sirve para nada de lo que leí en internet, por ejemplo, el Ámbar se encarga de proteger tu salud ¿no? Me he enfermado más desde que compré ese cuarzo. Terminé de despedirme de los cuarzos y cerré la caja, aún con melancolía. 9:13, se me acaba el tiempo. Paso a despedirme del tocadiscos que estaba en la misma mesa, al lado de la caja con mi colección de cuarzos, cuantas canciones no escuché contigo, querido Carl. Le había puesto ese nombre ya que cuando compré en una venta de garaje este viejo tocadiscos, al llegar a casa mi oso de peluche que tenía desde los 3 años llamado Carl, se desapareció y nunca lo volví a ver. Los objetos que más extrañaría de todos los que conformaban mi habitación serían, sin duda, el tocadiscos y la máquina de escribir. Despegué la mirada melancólica de ese viejo pero preciado tocadiscos. Mi bloc de dibujos no podía quedarse atrás entre las cosas especiales para mi en mi habitación. 9:18, algo rápido. Contigo, querido bloc, descargué muchas rabias, tristezas y alegrías y siempre supe calmarme a través de ti, dibujando cosas abstractas o cosas sensatas, me divertí y obviamente te aprecio un montón. Venía mi cuaderno de escrituras, era como mi diario pero con poemas incluidos, y aseguro que mejor redactado que el de muchos otros muchachos. Abrí ese viejo cuaderno y vi tantas cosas escritas que ni me acordaba que habían sucedido, casi lo terminaba pero tendré que comenzar otro en el internado, si me da tiempo y si tengo la suficiente privacidad. Había terminado con los objetos de la mesa y eran las 9:24, Dios, que nervios de que lleguen esas personas las cuales me harán llegar a un lugar en donde realizaré una vida completamente nueva, sin nada del pasado más que mis recuerdos. Eché un último vistazo melancólico a mi habitación azul eléctrico con mi cama y sus sábanas negras con la misma tonalidad de azul que las paredes, mis pósters de mis bandas y animes favoritos, sí, veo animes.
Tomé mi bolso de mano, cabizbajo y con la pisada lenta, me dirigí a la puerta de mi habitación para salir. Si esto fuera una película y yo fuera el espectador, consideraría ésta escena un tanto emotiva pero no es una película y no hay espectadores, y si alguien me estuviera viendo ahora, pensaría que soy un estúpido sentimental y loco que se despide de sus objetos. Gracias, soledad.
Salí de mi habitación cuando ya eran las 9:30, era hora de que llegaran, me senté en el sofá de cuero blanco de la sala de estar a esperar, en sofás individuales, del mismo material y color que el sofá en el cual me encontraba, estaba el Sr. Woods y la Sra. Harris. Él viendo el periódico y ella viendo su móvil. Me pregunto si el Sr. Woods habrá pensado alguna vez que la Sra. Harris lo engaña, digo, siempre está embelesada en su celular.
Me quedé viendo a esas dos personas, las cuales decidieron en el orfanato de Pensilvania que yo, Travis, sería su hijo. Ese niño de pelo castaño, ojos marrones claros, sin nada que resaltara en especial, a excepción de su hermosa sonrisa. Esas dos personas las cuales me dieron su apellido y aunque no estuvieran del todo pendientes de mi o de mis cosas, habían invertido su tiempo en el nuevo integrante de la familia. Obviamente, no siempre fue así, hubieron unos años de buenos tiempos en los que Marcia Harris estuvo al pendiente de mi, como toda madre con su hijo de 5 años, y Richard Woods era un padre súper atento y esmerado por mi, su hijo. Todo cambió cuando cumplí 11, comenzaron a decir que ya podía hacerme responsable de toda mi vida y que ahora, sólo los necesitaba para pagar mis estudios y para que me dieran de comer y dicho eso, todo se tornó gris para mi, aunque supe como salir adelante por supuesto. Literalmente, fue como ellos dijeron. Sólo pagaban mis estudios y me daban de comer, donde vivir y las cosas básicas, nada de afecto ni de cariño que tanto disfruté por 6 años desde que me integraron a su familia y que pensé que sería eterno.
No eran malas personas, sólo eran descuidadas y olvidaban lo primordial de sus vidas.
A pesar de todo lo vivido con ellos, a pesar de que me vean como una molestia en sus vidas, a pesar de que a veces sienta que ni siquiera debería estar en su casa, a pesar de que sienta que no debería tener sus apellidos, a pesar de que la mayoría de las veces me sienta como un intruso en esta enorme casa... Los voy a extrañar muchísimo. Y eso se quedará conmigo siempre, nunca lo diré a nadie, mucho menos a ellos.
Lo que menos piensan es en mi, menos se imaginan que en este preciso momento, estoy hablando conmigo mismo diciéndome todo lo vivido con ellos y agregando que los extrañaré como un hijo a unos padres. Sería reconfortante y emotivo una escena de amor fraternal en este momento pero es muy tarde para que demuestren el amor que debieron haberme dado durante 5 años, en minutos. Aunque tampoco rechazaría si hubiera ese tipo de escena. Posiblemente eso era lo que necesitaba.
Mis pensamientos fueron totalmente interrumpidos por el sonido del timbre de nuestra casa, habían llegado los del internado.
Supongo que estoy listo, para lo que venga.

En la esperaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora