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Luego del Recorrido-no-recorrido, nos fuimos a la cafetería, estábamos realmente hambrientos. Luego de comer algo sin mucha pesadez en nuestros estómagos (un solo sándwich con la mitad de un vaso de jugo de naranja) nos dirigimos a la habitación, y en parte volvimos a ser los mismos compañeros de siempre. Afuera fue otra historia, Marshall era un poco distinto a lo que es encerrado en ese cuarto y no sé porqué. Me explicó el porqué de las manchas en los marcos de los salones; él las había hecho en su recorrido para ubicarse en cada salón, así no sería tanto problema, y alegó que dio frutos así que también me serviría a mi.

Saqué mi laptop y comencé a navegar en diferentes páginas web; Facebook, YouTube, El blog de Zoe... Ese último era el blog de una amiga, hablaba sobre cosas tendencia y triviales.

Luego decidí entrar a Skype con la esperanza de que alguno de mis amigos estuviera conectado, pero no se encontraban online y debo admitir que eso me deprimió mucho.

Marshall había salido, no sabía a donde, pero regresó con un libro entre sus manos así que supuse que había ido a la biblioteca. Sonreí. Después de todo, le gusta leer. Al menos no se queda en la mediocridad del aprendizaje instruido en su institución, y puede decirme que es uno de los mejores colegios de Pensilvania, pero la educación de las escuelas no son completas (o así lo veo yo), nada como agarrar un libro y comenzar a aprender por ti mismo. Veo la escuela como un empujón, y tu debes seguir corriendo hasta llegar a la meta que te hayas propuesto. Al final es un chico culto, por lo que me doy cuenta. Aunque tiene toda la razón, si su actitud es así de... A ver... ¿Detestable? Sí. Bueno, la mente culta que pueda tener no vale de nada. No habrá nadie que quiera aprender en base a tus conocimientos, y entiendo que hay personas que estudian o leen por satisfacción propia, pero yo digo que los conocimientos deben ser compartidos con la mayoría de personas posibles, o bueno, es mi opinión.

- Marshall.

- ¿Qué quieres?

- ¿Aquí no dejan salir ningún fin de semana?

- No. No estuviera aquí ahora.

Asentí aunque él no me viera, ya que estaba de espaldas a mi leyendo el libro. Estaba aburrido y quería hablar con alguien. ¿Lo puedo fastidiar?

- ¿Qué lees? - dije quitando mi laptop de sobre mi regazo, para levantarme de mi cama y acercarme a él - Marshall.

- ¿Por qué me estás dirigiendo la palabra de nuevo? - dijo indiferente, centrando aún toda su atención en la lectura que realizaba - Aléjate.

- Sólo quiero sab-

- Voltea hacia mi, y sonrío tímidamente ya que me está viendo fijamente - ¿Para qué?

- Estoy aburr-

- ¿Y eso es mi problema?

- No, pero-

- Nada. Ve a jugar Mario Cars - dijo regresando a su lectura - Te queda.

- ¿¡Te gusta Mario Cars!? Siempre lo juego.

- ¿Qué? Me están burlando de... Olvídalo.

Le quité el libro ágilmente, escuchando un "¿Qué demonios?" De su parte.

- Así que Orgullo y Prejuicio de Jane Austen... - dije mientras tenía el libro en mi mano izquierda lo suficientemente lejos de Marshall, mientras que con mi mano derecha intentaba apartarlo, ya que estaba detrás de mi - Así que comedia romántica...

Marshall había dejado de forcejear, y no me molesté en voltear hacia atrás a ver qué lo había detenido o qué estaba haciendo.

Me tomo la libertad de comenzar a leer la sinopsis del libro que tenía entre - ahora - ambas manos.

- "Con la llegada del rico y apuesto Mr. Darcy a su región, las vidas de los Bennet y sus cinco hijas se vuelven del revés. El orgullo y la distancia social, la astucia y la hipocresía, los malentendidos y los juicios apresurados abocan a sus personajes al escándalo y al dolor, pero también a la comprensión, el conocimiento y el amor verdadero - me detuve, tomando una bocanada de aire para seguir - Esta edición presenta al lector una nueva traducción al castellano que devuelve todo su esplendor al ingenio y la finísima ironía de la prosa de Austen. Satírica, antirromántica, profunda y mordaz a un tiempo, la obra de Jane Austen nace de la observación de la vida doméstica y de un profundo conocimiento de la condición humana."

Es lo que decía sobre su fachada, si fuera un completo "chico malo" no leyera un libro de romance ¿o sí? Eso es lo que me hace entender la sociedad de ahora.

No sabía qué me haría Marshall ahora que lo molesté de esa forma, así que decidí voltearme hacia él para ver si podía dar con qué tramaría contra mi. Pero, en cambio de eso, al voltear me encuentro a un Marshall apenado. Estaba sobre su cama, con las piernas pegadas a su pecho, y su cabeza metida en el espacio que quedaba entre sus rodillas, su cabello ayudaba a ocultar toda su cara pero la vergüenza le salían por los poros.

- Hey - digo, acercándome a él - no te avergüences... Sabes, son tus gustos y si piensas que te juzgaré, pues, no. No soy esa clase de gente.

Me senté en una silla giratoria que estaba justo al lado de su cama, colocando mi mano en su hombro, buscando alguna muestra de reconforte.

Marshall levantó su cabeza, mirándome a los ojos, con unos ojos grandes y en sus mejillas reinaba el color carmín; estaba totalmente apenado. Realmente pareciera que fuera a llorar.

- ¿Hablas en serio? - dijo de pronto en un hilo de voz - Estoy tan avergonzado.

Volvió a meter su cabeza en donde la tenía antes, hubiera preferido que siguiera mostrando su rostro... A decir verdad, se veía muy tierno y no creo volver a ver a Marshall con una expresión tan tierna, y aunque sea de angustia y preocupación, sigue manteniendo la ternura de ella intacta. Y esas mejillas, ni se diga, con ese tono carmín están preciosas...

Esperen.

¿Qué demonios acabo de pensar?

- Por supuesto. ¿Qué clase de persona crees que soy, Marshall?

- Me dio la buena vista nuevamente, viéndome a los ojos como hace menos de dos minutos - No lo sé. Por lo visto, eres una muy buena.

Y ese comentario, ese último - e insignificante (para algunos) - comentario, me hizo esbozar una sonrisa.

Una leve, pero verdadera sonrisa.

En la esperaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora