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Lunes. El despertador sonó, haciendo que me levantara enérgicamente de mi cama. Mientras que por otro lado...

- Apaga esa mierda y quita esa maldita sonrisa que supongo que tienes en tu cara - gruñó Marshall.

- ¡Levántate, hoy será un gran día! Intentaré llevarme bien con todos los profesores, haré buenos amigos, copiaré todas las clases y-

- Hey, Travis.

- ¿Sí?

- No me importa.

Bufé, adentrándome en el baño para tomar una ducha y en eso Marshall a penas estaba restregando sus ojos sentado en la orilla de su cama. ¿Cómo haría este chico todos estos meses?

Tomé una ducha rápida e hice todo lo que necesitaba en el baño. Salí con mi uniforme impecable y organizando todo el desastre llamado cabello. Marshall a penas estaba saliendo de haberse tomado una ducha, y aunque se hubiera bañado sigue con una cara de no-te-me-acerques-porque-tengo-sueño del tamaño de Asia.

- ¿Qué tenemos a la primera hora?

- Biología.

- ¡Maldita sea! La vieja Ackerman no.

- ¿Es estricta?

- Me odia.

- Sería extraño que alguien no lo hiciera.

- ¿Tú quieres morir joven, cierto?

Negué, riendo y luego Marshall imitó mi última acción. Al cabo de las 8:30 a.m salimos de nuestra habitación listos, dirigiéndonos hasta el comedor. Marshall había mejorado su cara pero igual se quejaba.

- Michael y tú son los únicos retrasados que se emocionan por ir a clases, que esperan con ansias el día Lunes.

- Michael se parece mucho a mi, al parecer.

- No te desprecies de esa forma.

- ¡Es tu primo, por Dios!

- Sí, y hablando de él, lo más seguro es que cuando subamos al próximo piso, el que esté llamándolo será Michael, así que habrá que aguantarlo desde la mañana.

- ¿Cómo estás tan seguro?

- Él siempre dice que lo espere a las 8:30 en el ascensor, por eso bajo, o bajaba, todos los días a las 8:35 - 8:40 para no toparme con él.

Eso es cruel.

Subimos y precisamente era él, llamando al ascensor. Se veía sonriente, con su bolso guindando de su cuello. Este chico tiene algo mal en la cabeza.

- ¡Buenos días! Marshall, al fin vienes a las 8:30.

- Culpa de Travis.

Michael hizo un puchero para luego reír. Tenía un buen humor siempre, debía decirle que me diera instrucciones para ser así. Pareciera que nunca pensara en todo tantas veces, que no analizara tanto las cosas antes de realizarlas, que vive una vida relajada sin preocupaciones, así parecía.

Michael estuvo todo el camino al comedor hablándome sobre su familia y cómo había terminado ahí, no era una historia tan trágica pero siempre trae su pedazo de tragedia.

Desayunamos y la campana sonó. Marshall y yo nos dirigimos a Biología y Michael a Literatura. Realmente no recordaba los colores de las manchas que Marshall me había dicho, pero todas las clases las compartiría con él así que no había problema. Llegamos al salón y a pesar de que quería sentarme de primero en la fila, conseguimos los últimos asientos, viendo a chicos distintos dirigir su mirada hacia mí. Nunca me había gustado ser el centro de atención, siempre fue incómodo. Estoy odiando esta situación.

En la esperaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora