4 temporada

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Julia podía sentir la respiración de Iván, lenta y trabajosa, sobre su cuello. Pasando las manos por su ancha espalda, notó como Iván se estremecía en sus brazos y emitía un suspiro. Julia sonrió. Estaba amaneciendo y en breves minutos tendrían que abandonar la sala de esgrima y poner rumbo a sus respectivas habitaciones. Pero en ese momento lo que menos le apetecía a Julia era separarse de Iván. La pasada noche había sido una de las mejores y más excitantes experiencias de su vida, y pensó que tal vez la idea de que todo el mundo supiera de su aventura nocturna no le desagradaba del todo.

- Deberíamos irnos - susurró, al oído de Iván, con sonrisa dulce.

Iván emitió un gruñido por respuesta y la besó en el cuello. Julia volvió a sonreír.

-Iván, te lo digo en serio, si seguimos aquí van a descubrirnos- repitió, acariciando tiernamente la cabeza de Iván que descansaba sobre su hombro. Los dos estaban tumbados en el suelo, sobre las colchonetas, con una fina manta tapando estratégicamente su desnudez. Sus cuerpos sudorosos y cansados.

-Además - continuó - pesas.

Iván levantó brevemente la cabeza y miró fijamente a los ojos de Julia. La chica no mentía, Iván tenía un cuerpo delgado y musculoso, masa que se traducía en peso, y ese peso que encontraba ahora mismo sobre el cuerpo de Julia. Aunque a ella no le molestase precisamente.

- ¿Así que peso, eh? - preguntó el chico, con sonrisa juguetona.

- Si, mucho.

- No te preocupes, eso se puede arreglar.

Y tomando a Julia por la cintura dio un rápido giro sobre sí mismo haciendo que la chica quedase sentada sobre su abdomen.

- Ivan - grito Julia, riendo, mientras se aferraba fuertemente a sus brazos- ¿Estás loco?. Tenemos que irnos.

- Claro -respondió, convencido, pero sin intención alguna de moverse.

Julia movió la cabeza, resignada, y se inclinó para besarle en los labios.

- Por cierto - dijo el chico - tú también pesas.

Relatos JulivanistasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora