6 temporada

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De un rápido y ágil tirón me atrajo hacia él y cerró la puerta tras nosotros. Le mire expectante en ese pequeño cubículo que algunas veces hacía de lavabo y otras tantas era participe de encuentros tan apasionados.

-Al final nos van a pillar a los dos...

Sus manos se posaron en mis labios, calientes y expectantes ante su leve tacto. Mis ojos se posaron en los suyos mientras mi respiración se encogía y el corazón latía. Sonreí.

-Cállate la boca, cállate la boca... - repitió.

Y su mano se apoyó en mi cintura... cercana, grande, fuerte.

-¿te recuerda a algo? – susurró entonces.

Le mire y sonreí hacia mis adentros. Mis pensamientos volaron a muchos meses antes. El mismo baño. La misma mirada. El mismo deseo. Claro que me acordaba.

-Mmm... a nada...

-Pues ya se han ido...

Iván sonrió levemente y note su mano recorrer la cintura y seguir bajando. Me estremecí al notar su mano sobre mi culo y entrecerré los ojos antes de mirarle.

-¿Qué haces?

-Lo que me da la gana...

Cada vez más cerca...

-Suéltame...

-No...

Susurros mitigados entre alientos que poco a poco se entrelazan y juntan. Labios que se rozan y miradas bajas. Expectación, deseo, amor. Un leve roce rompió el momento y, poco a poco, la dulzura y ternura fue convirtiéndose en un pasional y ardiente beso. En lenguas que luchan entre deseo y caricias desbordantes que aprisionan suspiros. Su mano ya no solo rozaba mi trasero, ahora parecía aferrarse a él y me apoyó en la pared fría de azulejos mientras una de sus manos comenzaba a perderse entre mis piernas. Me mordí ligeramente un labio antes de volver de nuevo a su boca atrayente y deseosa que me llamaba, y me sumergí en la intensidad que ello me provocaba. Le bese mordiéndole ligeramente el labio inferior, deslice mis labios entre los suyos y nuestras lenguas volvieron a su busca, encontrándose, fundiéndose, jugando, luchando. Deseaba sentir su calor, disfrutar de sus labios y de las caricias atrevidas que me sumergían. Sentir nuestro placer y pasión como tantas otras veces entre esas paredes, disfrutando de posturas y de momentos de auténtica locura que su único fin es enamorarme, más y más... enamorarme. Iván, dulce pensamiento de mis días, de mis noches. Cuatro palabras marcadas en mi vida, en mi mente el día a día. Ojos oscuros que ahora me miran y me asombran, y no por su deseo y pasión, no por sus ganas de tenerme... por el sentimiento que afloran mis sentidos al verle. Manos grandes, firmes, ágiles, que me tocan y me acarician, perdiéndome en placer ante ellas. Labios... labios calientes y suaves que se acoplan a los míos como si de un baile tratase. Su cuerpo fuerte, esbelto, curtido, que me acoge entre abrazos y me acuna, que me hace gritar, suspirar, chillar, gemir, llorar. Quien sabe el que, pero me enamora.

Me separe de su boca un solo instante, aturdida y desbocada para tomar aire. Apenas era consciente de lo que nuestros actos mutuos iban haciendo, sentía mi corazón latir con fuerza y acoplarse a mi jadeante aliento. Nuestras ropas ya rozaban el suelo y mis manos se perdían por su cuerpo, rodeando los músculos marcados en él mientras sus labios rozaban mi desnuda piel. Sentí su respiración acariciarme junto a su boca, sus manos aferrarse a mi cintura y bajando hacia los muslos. Cerré los ojos y respire hondo. Sus caricias me fascinaban, alimentaban el deseo mutuo que ambos experimentábamos y sentí su mano apoyarse en mi pecho, acariciarlo mientras nuestras bocas volvían como imanes a encontrarse, a fundirse, a quererse. Mi mano funcionaba entonces como una brisa que tocaba sin apenas rozar, como un tonto aliento acariciar su piel pero a la vez provocar miles de sensaciones en él. Porque si, lo sabía, las provocaba. Yo lo hacía. No eran mis manos, ni mis labios, ni mi cuerpo. Era yo, toda yo, Julia Medina. La que le quería, la que le añoraba, la que le hacía el amor y después seguía a su lado. Siempre. Entonces, mientras me estremecía, sus manos tomaron mis muslos y me alzaron del suelo, quedaba poco, muy poco. Nuestros ojos se encontraron y él sonrió... yo sonreí. Y un susurro a su oído, entrecortado y ahogado, sirvió como el desencadenante de nuestra pasión, como esa mecha que prende y explota, como ese deseo descontrolado.

Le sentí dentro. Le sentí dentro mientras nuestros cuerpos se acoplaban a uno y se aferraban intensamente, con fuerza, con pasión. Enrolle con mayor deseo mis piernas sobre su cintura, quise hacerme suya al completo. Tenía tantas ganas de él, más que nunca, tenía ganas de él. Y así, mientras me perdía en ese placer que me proporcionaba, en esos besos jadeantes y deseosos, en esas caricias intensas y atrevidas... soñé con ese momento de ternura y dulzura. Con ese momento en el que de sus calientes y suaves labios saliera lo que yo tanto ansiaba... que me regalara un segundo de amor, que me amara, no solo con hechos, también con palabras. Te quiero.

Relatos JulivanistasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora