4 temporada

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Sus manos me recorrieron con suavidad. Su cuerpo, pegado al mío, comenzaba a sudar con intensidad aunque aun no habíamos llegado al punto que tanto deseábamos. Al momento álgido de nuestro fortuito encuentro. Y mientras yo perdía una mano en su cabeza, el metía las suyas entre mis piernas. Me estremecí y el lo notó. Sonrió a mi oído, susurrando entonces unas palabras que no conseguí descifrar, deseosa al sentir como pícaro, mordía mi oreja antes de bajar con decisión a mi cuello. Lo adoraba. Apenas habíamos pasado de los preliminares, pero el deseo que sentía hacia él, esas ganas de besarle, aferrarle y sentirle... hacían que entre sus brazos dejara de ser yo por unos momentos. Dejaba a un lado el orgullo que tanto me perseguía en ocasiones. Las palabras hirientes, las miradas furtivas. Solo quería tenerle, sentirle... y mientras Iván besaba mi cuello sin descanso, recorriendo con sus labios mi piel, dando pequeños mordiscos que me volvían loca... yo levante la vista hacia el techo, entreabriendo la boca me fije en las vigas de la sala de esgrima y me deje llevar. Apenas teníamos ropas, podía sentir su pecho sobre el mío. Como su mano recorría mi cuerpo con deseo, como sus dedos se posaban en mis pechos con adoración mientras su mano libre seguía acariciando mi entrepierna. Fue entonces, reprimiendo un jadeo, cuando mi boca busco la suya, hambrienta. Y le bese con pasión, devore sus labios fervientemente mientras comenzaba a bajar una de mis manos por su espalda. Acaricie su piel con deseo. Aferre mis uñas a él mientras nuestros cuerpos se colocaban. Deseaba sentirle en mí. En ese momento más que nunca. Me volvía loca. Cada beso, cada caricia, cada susurro entrecortado hacia que mi respiración se parase. Que mis uñas le aferrasen y que mi mente simplemente se nublara. Y mientras seguíamos besándonos con una fuerza sorprendente, pude escuchar un lejano trueno en el exterior. Posiblemente estaría justo encima de nosotros, pero en esos momentos solo podía escuchar la respiración, cada vez más rápida, de él. Abrí un segundo los ojos y atisbe las gotas caer con fuerza sobre los ventanales, justo cuando él bajo sus perfectas manos hacia mis caderas, las aferro con firmeza y con una maestría impresiónate, se deshizo de la poca ropa que tenia. No quedaba mucho, lo sabia. Y la mirada ferviente que me dirigió mientras subía despacio su mano, desde el tobillo, por la rodilla, alcanzando el muslo para seguir su recorrido hacia mis pechos... hizo que mi excitación creciese más si cabía. Quise ser picara... y jugué con su boca, moviendo mi cabeza hacia un lado, haciéndole sufrir por ese beso que tanto deseaba darme. La dirigí suavemente hacia su oído, le mordí la mejilla, le bese el lóbulo y baje una de mis manos por su espalda... recorrí suavemente su espina dorsal notando como nuestra piel quemaba al tacto. Era increíble la electricidad que parecíamos tener. Esa fuerte pasión, ese deseo incontrolable unido a la atracción que sentíamos hacia que todo aquello fuese una locura.

-Iván.

Un leve gemido que le hacia saber todo lo que le deseaba. Lo mismo que él a mí. Sus movimientos, seguros, me hacían estremecer a cada caricia. Y le aferre unos momentos de la cabeza, mientras él se abría paso entre mis piernas, para besarle con ardor. Haciéndole saber todo lo que le deseaba en esos momentos, todo lo que me ponía. E Iván respondió pronto al gesto, porque note como sus manos aferraban más mis caderas y como su boca devoraba la mía. Y justo en ese instante, sentí su primer impacto. El primer contacto de nuestros cuerpos juntarse. Me estremecí.

-te... te deseo – susurró Iván.

Sonreí. Sonreí y entreabrí la boca, buscando la suya mientras notaba como me penetraba. Sus manos acariciaban mi cuerpo. Su boca se perdía en mi boca. Su respiración se acompasaba a la agitación que ambos sentíamos. Y mientras los movimientos cada vez eran más fuertes y rítmicos, note algo en mí, que nunca había sentido. No era solo deseo. No era solo atracción. No era solo una fuerte pasión. Era algo más. Él era algo más.

Fue entonces, mientras me daba cuenta de algo que aunque no quería me daba en cierta manera miedo, cuando sentí ese placer tan indescriptible. Los movimientos se hicieron más rápidos mientras nuestras bocas se acariciaban ansiosas. Nuestros cuerpos, juntos, sudaban extasiados. Y la noche aguardaba los gemidos que ambos emitíamos. Era una locura. Pero adoraba esa locura. Como la adoraba... volví a sentir su impacto, con fuerza, con pasión, y un fuerte gemido se escapo de mi garganta, juntándose con el suyo. Y el orgasmo invadió mi cuerpo. El placer me hizo arquear la espalda y clavarle con fuerza las uñas, notando como él terminaba en mi cuerpo. Había sido algo increíble, inesperado y deseado, para ambos. Respire aun agitada y simplemente pude acariciar suavemente su cuerpo, que descansaba encima del mío antes de que él se acercase despacio a mi boca y la besase con suavidad. Con dulzura.

Aun permanecía a mi lado cuando ambos comprobamos los pequeños rayos de sol entrar por las ventanas. Estaba amaneciendo y odie ese momento. No quería levantarme. No quería irme y percibir que ese sueño podía acabarse. Quería seguir con él, sentirle a mi lado. Sentir sus caricias, sus susurros, sus besos... debí quedarme largo rato observando aquellos ventanales goteados, porque cuando gire levemente la cabeza le vi a él mirándome embobado. Extrañada fruncí el entrecejo, algo que le hizo a él reír y a mi exasperarme.

-estas preciosa Casper.

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