4 temporada

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La noche había estado plagada de momentos críticos. El dolor, el miedo, la angustia, la incertidumbre, el desespero, el tracto con desdén. Todas esas emociones que ya son dolorosas sufridas por si solas se habían apoderado de los dos aquella noche. Tuvieron que deshacerse de dos cuerpos. Dos. Los tiraron a la laguna, al principio Iván no quiso deshacerse del cuerpo de Toni, pero no tenían ni tiempo, ni fuerzas para cavar en la tierra un agujero y enterrarlo. Al final cedió. Llegaron al internado los tres extasiados, María les pidió que no dijeran nada de lo ocurrido a nadie, cuanto menos gente estuviera enterada del tema, menos peligrosos sería, dentro de lo peligroso que era ya el tema de por sí solo. Entraron por la puerta de la cocina y María curo, como pudo, las heridas de Iván, mientras Julia se hacia un masaje en el tobillo. Sin duda alguna aquella torcedura de pie, se la tendría que ver un médico, pero eso lo dejarían para la mañana siguiente, ahora los tres necesitaban, aunque solo fueran unas horas, descansar.

Los dos jóvenes dejaron a María en la cocina. Subieron en silencio hacía las habitaciones. Iván acompaño a Julia a la suya, pero no había nadie. Con la mirada le dijo que se fuera a la de él. Cuando entraron en la habitación estaban los demás. Ellos no traían mejor cara que ambos. Pero tampoco parecían tan cansados. En cuanto vieron a los dos les acribillaron a preguntas. Les tuvieron que mentir. María les había dicho que no se lo dijeran a nadie, y aunque ellos estuviesen metidos también en el asunto, era mejor no decirles nada. No ponerlos en peligro. Los demás también contaron lo que habían descubierto. Toda esa secta, que secuestro a los padres de Marcos, que hizo experimentos con niños, era obra de unos nazis. Iván parecía que el tema le importaba más bien poco. No era así, pero en su mente, solo había dos cosas: Toni agonizando en sus brazos, y el abrazo de María, no recordaba a nadie que le hubiese abrazado con tanto amor. Tal vez su madre adoptiva, Valentina, si lo hizo alguna vez, pero él apenas de acordaba. Y allí estaba Julia, escuchando a Marcos y a Victoria, con ojos aún llorosos. Le hubiese encantado sentarse al lado de ella, abrazarla, besarla, decirle que él también estaba enamorado de ella, pero su cuerpo estaba paralizado, no podía apenas articular palabra. Su padre, había muerto, por salvarle la vida. Y ahora su cuerpo yacía en las profundidades de la laguna. Les costó demasiado irse a dormir. Pero si querían descansar deberían por lo menos tumbarse un rato.

Julia a eso de las 5 de la mañana se levantó. El dolor de tobillo era punzante, no hacía falta ni moverlo, para que le doliera. Se levantó como pudo, intentando no apoyar el pie en el suelo. Su intención era ir hacía la cocina a por algo que le calmase el dolor. Si era necesario se tomaba 4 ibuprofenos de golpe. Pasó por delante del baño de los chicos y oyó el agua de la ducha. ¿Quién se estaría duchando a esa hora? Después de una fiesta, nadie con sentido de la razón se levantaría tan temprano para ducharse. Intentó escuchar de quien se trataba y entre el ruido del agua, oyó los sollozos de una persona. Fuese quien fuese estaba llorando. Entró en el baño y la estampa que se encontró la desmoronó por completo. Era él. Era Iván, sentando en la ducha con las rodillas recogidas , con la mirada perdida, y el agua cayendo por su cuerpo. Julia se acercó a él. Iván apenas lo notó, estaba perdido en sus pensamientos. Ese chico había sufrido tanto, pensó Julia, sus padres biológicos lo abandonaron y lo dejaron con un mal tratador, su madre adoptiva se suicidó y lo dejo solo. Carol lo dejó cuando más la necesitaba. Toni, que había hecho muchas migas con él, había muerto en sus brazos. Nadie le había mostrado tenerle cariño, ni ella, que tanto le quería, se lo había demostrado. Cerró el agua de la ducha y cogió la toalla que estaba por allí. Acurrucó a Iván para que no cogiese frió y lo apoyó contra su cuerpo. Se estaba mojando, pero le daba igual, el tobillo le seguía doliendo, pero no le importaba. Ahora su única atención era él. Iván. Un Iván destrozado, que lo único que pedía era no sentirse solo.

No dijeron nada en todo el tiempo que estuvieron allí. Iván permaneció en los brazos de Julia durante ¿Qué? ¿Horas? Y se sentía bien. Aunque utilizar el adjetivo bien para ese tipo de situación era minimizar mucho las cosas. Cuando empezaron a oír movimientos de gente, despertadores, chillidos de los niños pequeños, se miraron, no se dijeron nada, pero ambos sabían que tenían que moverse de allí. Iván volvió a su habitación y encontró a Roque y Marcos buscando información sobre el holocausto nazi. Cuando los chicos vieron entrar a Iván y vieron lo triste que estaba decidieron preguntarle qué pasaba. Roque optó por salir de la habitación, sabía que Iván había cogido más confianza a Marcos y si el tema era de Julia, era mejor salir de allí. Así que se fue a la habitación de las chicas.

Relatos JulivanistasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora