Tenía que pensar rápidamente. Sí. Había salido muy bien del palacio pero había sido muy estúpida al no pensar antes cómo volver sin pasar por la puerta. No soy Spiderman, no puedo trepar por la pared hasta mi ventana. No es que esté muy alejada, pero yo no soy precisamente alta.
«Vamos, Belia, piensa en algo.» pensaba mientras mordía mis uñas.
Intenté subirme de nuevo a los arbustos para impulsarme, pero pesaba demasiado como para que las plantas me sujetasen sin hacer que pierda el equilibrio. Tras un buen rato de hacer el ridículo sobre las plantas, me tambaleé hasta que «choqué» contra el marco de mi ventana. Me agarré a tiempo y subí.
Qué. Puta. Potra.
Una vez dentro de mi cuarto, revisé que todo seguía tal y como estaba. Todo en silencio. Pude soltar un suspiro de alivio. Si quería salir la noche siguiente, debía preparar algo para luego volver a trepar sin necesidad de hacer el mono sobre los arbustos y jugármela.
Mientras le daba vueltas a cómo planear mis escapadas, tuve que ir a ducharme. Había sudado un poco al correr y trepar, olía un poco a tierra. No podía dejar rastro si quería poder seguir así.
¿Lo bueno del palacio? Que tengo mi propio—y enorme— cuarto de baño sin necesidad de salir y despertar a nadie.
Lo había logrado. Había salido sin estar bajo vigilancia y al fin saboreé la libertad.
A la mañana siguiente, fingí que prestaba atención en clase, cuando en realidad pensaba en la escapada de esta noche. Lo tenía todo previsto para hoy.
Le había pedido a Margareth—mi sirvienta— unas mantas porque «pasaba frío» por la noche. Ella no tardó ni dos minutos en venir a mi habitación a dejarme las sábanas.
Esperé a que el palacio estuviera de nuevo en completo silencio, todos durmiendo. Ahí empecé a anudar las sábanas unas con otras. Até un extremo de una sábana a la pata de mi cama y el resto lo dejé caer por la ventana.
«Perfecto.»
Esta vez pude deslizarme sin preocuparme en absoluto y rápidamente salí al bosque. Quería ir más allá. Y avancé aún más. Quería... Quería...
—¿De nuevo te escapaste, niña buena?
Oh no. Esa voz...
Me giré lentamente y ahí estaba. Zack, apoyado de lado contra un árbol con brazos y piernas cruzadas.
Chasqueé la lengua.
—Cualquiera diría que me estás siguiendo. ¿Te gusto?—pregunté burlona.
—Ya quisieras—arrugó la nariz con asco—. Eres una niñata fea de diez años. Me llama más la atención una rata.
No sé qué me ofende más: su repugnancia hacia mi comentario, que me insulte o que me compare con una rata.
—Pues tú no eres precisamente una gran cosa—rodeé los ojos.
—Ajá.
Silencio.
Ayer me parecía más interesante. Ahora me parece irritante.
—Si taaanto te repugno ¿Qué haces aquí?
—No. ¿Qué haces TÚ aquí? Este es mi terreno. Yo llegué primero.
—Oh, mis disculpas—me llevé una mano al pecho—. No sabía que él bosque estaba a tu nombre—me burlé.
Eso pareció irritarlo.
Si él puede meterse conmigo, yo también puedo jugar a esto.
De repente, él se marchó. Y ¿Ya está? ¿Así de fácil es deshacerse de él? Podría haberlo dicho antes.
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Mi mayor debilidad
Teen Fiction¿Un príncipe encantador o un villano sin escrúpulos pero dispuesto a lo que sea por mí? No sé cómo ni cuándo llegué a esto... Soy una princesa, y aunque odie serlo, mi destino final es casarme con el príncipe de Laslorv, pero... ¿Quién quiere segui...