NOCHE INTERESANTE

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Belia

[...]

—¿Dónde te escondes, niña buena? ¡Vamos, sal! Sabes que te pillaré.

Estaba agazapada en la rama más alta de un árbol.

Zack y yo estábamos jugando al escondite. Yo iba en clara desventaja por mí estúpido camisón blanco. No es justo... ¡Él siempre lleva su atuendo negro! Se oculta demasiado bien entre las sombras... Deberíamos jugar de día, yo le llevaría ventaja, seguro.

De pronto dejé de escuchar su voz llamándome y sus pasos. «Bien, se alejó. Qué ton...». De repente noto que tiran de mi tobillo y caigo de la rama.

¡AAAAAAAHHH!

Caí de culo encima de «alguien». Pues qué se joda. Él me tiró.

—¡Quítate! Me estás aplastando—se quejó.

—¡La culpa es tuya! Me tiraste del árbol a traición.

—Pues claro, así es el juego, tonta. Te encontré.

—¡No había necesidad de hacerme caer!

—Ay, ya, deja de lloriquear y levántate.

—Pues mira, ahora no quiero—me cruzo de brazos y hago más presión.

No peso en absoluto. Soy como una pluma. Pero si me retas... Hice toda la presión posible por mantenerme sentada encima, molestándolo. Él me empujaba por la espalda, haciendo el ademán de moverme, pero no lo logró.

—Isk. Maldita. Tú ganas—dijo entre dientes.

—¿Cómo dices? Es que no te escuché—le puse una sonrisa burlona.

—¡QUE TE LEVANTES CULO GORDO!

—¿A QUIÉN LLAMAS «CULO GORDO»?

Mi berrinche hizo que bajara la guardia y aprovechó para empujarme y moverme.

—¡Ah!—caí al lado—. ¡Idiota!

—Sí, como sea—se levanta y se limpia sus pantalones rotos—. He ganado, ¿Sabes qué significa?—Sonrió victorioso-provocativo.

Una de las reglas que pusimos para el juego, fue que si uno encontraba al otro en menos de quince minutos, tendría que cumplir el reto que el otro quisiera. Conociéndolo, sabía que me iba a hacer algo horrible.

—¡Ni hablar!

—Perdiste, niña buena, supéralo. Ahora te toca cumplir.

—Agh—me levanté y limpié mis rodillas—. Bien, ¿Qué quieres?

—Hummh...—se pasó la mano por el mentón y después me miró con una sonrisa socarrona—. Besa un sapo.

—¡¿Qué?! ¿Sabes la de enfermedades que puedo pillar por eso?

—No es mi problema—se encogió de hombros—. Perdiste.

Mi mayor debilidad Donde viven las historias. Descúbrelo ahora