DESGRACIA TRAS DESGRACIA

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Después de llorar fuertemente un buen rato, me quedé sin lágrimas—y sin ganas de vivir— y me puse a caminar. No tenía ni puta idea de dónde estaba. Este bosque no lo conocía, no lo había visitado ni visto nunca y no podía volver hacia la casa de Zack porque sería la última persona que me ayudaría ahora.

«Genial. Voy a morir aquí, sola.»

Ahora mismo, mi vida es un maldito desastre. Mis padres me odian—cosa que en verdad no me importa mucho, pero están en la lista—, estoy perdida en este puto bosque sin saber a dónde ir y Zack me odia... Creo que esa es la que más me duele. Jamás pensé que diría eso: «Zack me odia». Por supuesto, yo tuve que ponerme a cotillear y encontrar ese puto chubasquero de mierda ¿no? Y tenía que contárselo a Zack. No. No podía seguir fingiendo que él era «Idris» y seguir como estábamos, felices y follando. Aunque viviera en una mentira. No, yo tuve que estropearlo todo, como siempre.

Caminé hasta que oscureció.

«Ah, no. Ya de noche sí que no.»

Me apoyé de espaldas en un árbol y me dejé resbalar hasta que quedé sentada en el suelo. Estiré las piernas completamente. Los pies me ardían de tanto caminar y sentía mi cuerpo muy pesado... Me dolía la cabeza, ya no podía más con mi alma. Y el hecho de ponerme a recordar cómo estaba con Zack hasta ayer, que simplemente éramos felices follando... Recordé cómo me besaba, cómo me tocaba... De nuevo dejé escapar unas lágrimas porque sabía que eso jamás iba a volver a pasar.

El malestar de cuerpo me iba superando. No quería dormir en ese peligroso bosque, pero no me podía ni sostener. Hasta que no aguanté más y quedé completamente dormida...

[...]


—¡Zack!—grité enfurecida.—¡Zack! ¿Dónde estás? ¿Por qué te has ido?

Hacía un mes que Zack no aparecía por el bosque ni daba señales de vida. Iba a su caseta y tampoco estaba. Solo estaba su caja de las medicinas que él tenía de emergencias. ¿Por qué se iría sin sus medicinas?

—¡Zack!—grité aún con más rabia y lancé una piedra al río.

Repetí aquello que Zack me enseñó: gritar para desahogarme y lanzar con fuerza una piedra al río imaginándome su cara.

—¡Zack, eres un idiota! Me prometiste que nos iríamos juntos, pero me has dejado sola, te fuiste sin mí... ¡Estúpido!

Me puse a llorar sin parar. No podía contener este llanto. Lo echaba de menos. Quería que volviera. Quería verlo otra vez y que volviéramos como siempre. Que él viniera y me dijera: «¿Carrera, niña buena?» Y luego nos peleasemos por ver quién era el perdedor y tenía que cumplir un reto. O que al jugar al escondite tú me asustases...

De la rabia, me di la vuelta y clavé en un árbol con fuerza la daga que Zack me dio.

—¿Por qué te has ido sin mí? ¿Ya no me soportas? ¿Vuelvo a amargarte tu existencia?—Le hablo a la daga como si fuera Zack—. No es justo... Yo estoy sufriendo y ¡tú eras mi pilar que me sostenía! Y ahora sufro por los dos... Te odio... ¡Te odio, Zack!

Aunque los sabemos que eso es mentira...

Saqué mi daga del árbol y regresé a palacio. Y así estuve hasta el día de hoy. Yendo al bosque, gritando, insultando a Zack y odiándole aunque era mentira porque yo jamás podía odiarlo... Zack, ¿Qué me has hecho?

Mi mayor debilidad Donde viven las historias. Descúbrelo ahora