SECUESTRO

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Abro lentamente los ojos y me encuentro algo ligeramente mareada. Parpadeo rápidamente para aclarar mi vista y me incorporo. Miro a mi alrededor y todo me parece desconocido. No. ¡Es una celda!

Unas paredes grises de ladrillos y en una de ellas había una pequeña ventanilla, con rejas, claro. Me levanté rápidamente y cuando quise irme, una cadena me hizo caer al suelo. Tenía en mi tobillo izquierdo una cadena.

«¿Dónde coño estoy?»

Mi respiración vuelve a acelerarse y me pongo tan nerviosa que vuelvo a jugar con mi camisón, como en los viejos tiempos. Miro a cualquier lado posible para salir pero... nada. ¿Dónde estoy? ¿Quién me ha metido aquí? ¿Habrá mandado mi madre que me encierren en las mazmorras? No ¿No? No. Aunque conociendo a mi madre...

Seguro que se cabreó muchísimo al enterarse de mi huída y me encerró como la última vez... La primera vez que desobedecí a mi madre—por uno de mis impulsos espontáneos casi incontrolables—, ella me tuvo encerrada una semana en la mazmorra para enseñarme alguna lección. Lo único que aprendí de aquello era que no había que hacerle la contraria, nunca. Y aún así yo me escapaba por las noches...

Pensar en esos tiempos hace que esboce una pequeña sonrisa tonta.

Viendo el panorama, mi madre no tardará en venir a ver si desperté. Y... ¿Cómo estará Liam? ¿Le habrá hecho algo a él por protegerme y ayudarme a huir? Quisiera verlo para pedirle perdón por... todo. Pero una sonrisa maliciosa aparece en mi cara cuando imagino la cara de horror de mi madre y ver qué no se salió con la suya por una puta vez... Qué satisfacción, aunque me vaya a caer una paliza. Pero a eso ya medio me acostumbré.

No tenía ninguna prisa en que apareciera mi madre o uno de sus grandullones por la puerta, así que me apoyé en la pared y me dejé caer hasta quedar encogida en el suelo, con la cabeza apoyada entre las rodillas y las manos en mi cabeza.

No podía evitar imaginarme la cara de Liam, de ver su decepción, su cara cuando le rompí el corazón de esa manera, su cara cuando me haya visto regresar a palacio desmayada y con una flecha en la pierna... Se acabó. Perdí al único amigo que tenía, aunque yo para él no fuera solo una amiga... Me pregunto ¿Cómo estaría yo ahora? No sé qué hora es, pero con la que he liado debe ser ya por la tarde, así que ¿Estaríamos ya casados? ¿En el banquete real celebrando nuestra supuesta feliz unión? Claro que esta unión es más por mis padres que por mí, pero Liam... ¡AGH!

¿Por qué no puedo sacar a Liam de mi cabeza? ¡Si ni siquiera me gustaba!

Liam. Sal. De. Mi. Maldita. Cabeza.

Mientras me hundo en mi propia miseria y me dan ganas de ahorcarme con la cadena de mi tobillo, escucho una puerta abrirse al final del pasillo.

«Mierda. Llegó la Parca».

Tenía que poner mi mejor cara de póker y no mostrar ninguna debilidad ante ella. Es como un perro, huele el miedo. Intento poner un semblante serio y frío cuando de repente escucho un silbido.

¿Silbido?

Mi madre no silba ¿o sí? No al menos que yo recuerde. ¿Alguno de sus grandullones, quizá?

Si me acerco a los barrotes y miro, sería mostrar una debilidad, estaría mostrando lástima y piedad por salir. Pero no voy a darle en el gusto. Mi orgullo es más grande que yo. Así que me mantengo en mi sitio, de brazos cruzados. Ni siquiera pienso mirarle, a él, a ella, o a quién coño sea.

Escucho los pasos cada vez más cerca. Me pongo a mirarme las uñas como en las películas para hacerme la interesante.

—Qué bueno que estés aquí, ¿Puedes mandar a la mierda a mi madre de mi parte, por favor?

Mi mayor debilidad Donde viven las historias. Descúbrelo ahora