MI FUERZA INTERIOR

875 85 3
                                    

El silencio y la sonrisa de Idris me confundía, ¿En qué estará pensando? ¿Se estará riendo de mí por ese tremendo abandono? Oh, dioses. Seguro que he quedado como una boba rencorosa. ¡No quería sonar así! Es decir, sí, admito que estoy algo molesta porque Zack desapareciera así de repente y sin mediar palabra... Pero ¡No le odio ni mucho menos! Me salvó de mi miseria, ¿Cómo podría odiarle? Solo que si lo volviera a ver me gustaría preguntarle por qué se fue así...

En fin. Misterios de la vida sin resolver. La vida sigue.

—Diez años—repite en voz alta.

—Sí.

—¿Y se fue sin más?

—¿Tienes alzheimer, problemas de oído o algo así? ¡Sí, sin más!—Estallo—. Y no quiero hablar más del tema.

—¿Qué te pasa, princesita? ¿Estás enfadada porque tu novio te dejó?

—¿Qué? ¿Nov...? ¡Si teníamos diez años!

Él se echó a reír a carcajadas.

—¡No tiene gracia! Eres un imbécil.

—Vaaale. Perdón por mencionar a tu nov... a tu «buen amigo»—se corrigió al ver mi expresión de enfado.

—¿De qué quieres vengarte?

Suelto de repente esa pregunta para evitar que este idiota siga mencionando así a Zack.

—¿Eh?

—No te hagas el idiota. Me querías usar para vengarte de mis padres, ¿Qué te hicieron?

Y damas y caballeros, como final sorprendente e inesperado, Idris bebió, gastando su último trago.

—¡Oye!

—Lo siento. Aquí van mis tres tragos. Debiste escoger mejores preguntas—Dice mientras se levanta.

Para mi desgracia, él no llegó a embriagarse como esperaba y poder sacarle información. Claro que sólo le dio tres tragos a la copa, ¿Quién se emborracha con eso? Yo mucho menos.

Le di mi copa, aún semi llena y él se la terminó por mí. «Este hombre no desaprovecha el buen vino ¿eh?»

—Ha estado bien jugar por hoy.

—Si tú lo dices—rodeo los ojos.

Claro que estuvo bien para ÉL. Me sacó información y me sentí humillada cuando se burló de Zack. Es un imbécil de primera.

Dicho esto, se marchó. Y de nuevo, como cría pequeña; le saqué el dedo de en medio. Necesitaba sacar mi ira por algún lado y no era plan darle un puñetazo a la pared de ladrillo para rompermela.

«Necesito dormir.»

[...]

—¡Zack, espérame!—le grité. El muy idiota salió corriendo sin avisar.

Al correr di un salto para agarrarme a la rama próxima a Zack, pero me tropecé y caí de culo al suelo.

—Boba. ¿Cuántas veces te dije que si querías alcanzarme, tenías que ganartelo?

—¿No serás tú el ser más simpático y amable del planeta?—pregunté sarcástica.

Él soltó una risa seca para después ofrecerme su mano y ayudarme a ponerme en pie.

—Toma lección, niña buena, lo que no te mata te hace más fuerte.

Agh, ya se puso filósofo.

Mi mayor debilidad Donde viven las historias. Descúbrelo ahora