INTENTOS INÚTILES

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Me había propuesto a mí misma salir de aquí—aunque tampoco me agradaba mucho la idea—y sacarle información a este tío. ¿Cómo? No tengo ni puñetera idea, pero lo descubriré. Sea como sea... Soy una persona muy testaruda y se lo voy a hacer ver a este hombre. ¿Me quiere joder? Pues se lo voy a devolver el doble.

Yo también puedo intimidar cuando quiero.

Mentira

Cállate, conciencia. Estoy pensando.

Ah, ¿Tú piensas?

Si fueras una persona, ahora mismo te sacaría el dedo de en medio.

Muy maduro por tu parte.

Hasta mi conciencia me irrita. ¡Definitivamente estoy loca! No, corrijo, ¡Me están volviendo loca! Yo no soy el problema. Y ahora, si me disculpas, querida conciencia, voy a idear un plan. Así que, calladita.

Madre mía. Esto va a ser desastroso...

Sssh.

Desgraciadamente me había quedado sin la bandeja para hacer ruido en los barrotes y no tenía nada útil—o básicamente no tenía nada—. ¿Los zapatos quizá? No. Eso no hará el suficiente ruido para atraerlo. Aún así, no tenía otra opción más que esa. Golpeé los barrotes con el zapato y grité como desquiciada, llamándole. Por supuesto no tardó en aparecer. Sabía que no iba a poder con mis gritos. Y las cuerdas vocales no puede cortarmelas—más o menos porque cuando lo veo... Mejor no doy detalles.

Rápidamente, antes de que se acercara a la celda—que esta vez iba más rápido el señorito—, dejé caer al suelo el zapato y coloqué mi mano derecha detrás, en mi espalda.

—Por Dios, ¿Qué quieres de mí?—dijo mientras se frotaba las sienes.

—Muchas cosas—esbozo una sonrisa socarrona.

Y no era broma, pero se entiende.

Él rodea los ojos y chasquea la lengua.

—Ya en se...—Se fija en la mano que tengo escondida y frunce el ceño—¿Qué tienes ahí?

—Acércate y lo descubrirás—me encojo de hombros.

«Vamos, guaperas, ven...»

—No voy a caer.

«Lo suponía. Necesito provocarlo.»

—Entonces te quedarás sin saber qué tengo en mi espalda.

—Ni que tuvieras algo interesante. A parte de una cucaracha, no sé qué puedes tener más interesante que eso.

«Imbécil.»

—¿Quién sabe? Puedo tener algo que haya cogido por el camino y que tú no te hayas dado cuenta...—Era una propuesta absurda pero por probar...

Eso pareció alertarlo.

«¿En serio eso te llama la atención? Qué inútil y ciego. Pues bien...»

Resopló y pasó la mano por su cara.

—Muy bien...—A regañadientes se acercó.

Y tan pronto se acercó a los barrotes, yo saqué la mano y le agarré fuertemente con ambas manos de la camisa a través de los barrotes. La acción fue tan rápida que no le dio tiempo a reaccionar y tiré tan fuerte que hice que se estampase contra los barrotes.

Oh oh.

Cagada.

Mi mano obviamente estaba vacía. Solo necesitaba un aliciente para que se acercase.

Mi mayor debilidad Donde viven las historias. Descúbrelo ahora