COMO RAPUNZEL

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Puesto que no había cortinas, los rayos de luz que pasaban por la ventana me daban justo en los ojos, cosa que me despertó. Coloqué mi mano enfrente para cubrirme de la luz del Sol que irritaba mis ojos y me incorporé. Por un momento creí, o mejor dicho, quise creer que todo fue una jodida pesadilla, pero aquí estoy. Encerrada en estas tres paredes y esos barrotes, con la cadena en mi tobillo, que parecía un perro peligroso al que tenían que tener bien atado para que no atacara a nadie. Y no puede ser una definición más perfecta porque como me suelte juro que le arranco los ojos con mis uñas y le reviento las pelotas.

No sé cómo logré dormir en este suelo tan incómodo y con la vejiga a punto de estallar. Creo que me va a tocar rebajarme y pedirle aunque fuera la mierda de cubeta. Mierda. No me aguanto. Hago mi mayor esfuerzo cruzando aún más las piernas fuertemente. Lo último que me faltaba era que me mease encima. Me quitaría la poca dignidad que me quedaba y NO estoy dispuesta a eso. Me niego, y menos con él.

Cojo la bandeja que dejó y la paso por los barrotes provocando ruido máximo para llamar su atención. Y no tardó nada en venir. Fue como Batman que acude en cuestión de segundos al ver la batseñal.

—¿Tú, pidiéndole a tu secuestrador que venga?—pregunta burlón—. Interesante.

Me dejó caer rendida sobre los barrotes y apoyo la cabeza en ellos.

—Tú ganas—digo entre dientes casi en un susurro.

—¿Cómo dices?—acerca más la oreja a los barrotes.

«Me has oído perfectamente guaperas. Y si acercas un poco más la oreja te juro que te quedas sin ella.»

—Ya me has oído—rodeó los ojos.

—No. Prueba a decirlo un poco en voz alta. Estoy algo sordo.

—¡Qué tú ganas, joder!—exploto—. Dame la mierda de cubeta que tengas porque mi vejiga va a reventar como una palomita.

Él se echa a reír a carcajadas y echa la cabeza hacia atrás.

«Malparido. Ojalá te parta un rayo por la mitad.»

—Tengo algo mejor.

—Si se te ocurre ponerme un paña...

Él de repente abre la puerta y me quita la cadena del tobillo con una mini llave. Luego me agarra bruscamente del brazo y tira de mí.

Whoa. Así se siente que te apriete con su mano ¿eh? Mi brazo es una completamente pequeña mierda comparado con sus enormes y musculosos brazos y su mano enorme que me aprieta fuertemente.

Quizá sea por la falta de riego sanguíneo ahora mismo por la presión en mi brazo, pero viéndolo así me parece aún más sexy.

De repente me lleva hasta una puerta. Él la abre por mí... ¡UN BAÑO! Dios sí que escucha mis súplicas.

—Tienes un minuto.

«Con un minuto para escapar me sobra.»

—Y no hay ventana donde puedas escapar, guapa—pone una sonrisa socarrona, otra vez.

¿Este hombre lee mentes o qué mierdas?

Me suelta del brazo, dándome un pequeño empujón hacia dentro del baño y cierra la puerta. Yo al ver el retrete siento un gran alivio y no tardó nada en bajarme las bragas y poder quitarme este terrible dolor de estómago. Dejo fluir todo y me siento como nueva. Me lavo las manos y salgo del baño.

Antes de poder intentar hacer nada, él ya me agarra del brazo otra vez y tira de mí hasta llevarme de nuevo a la celda. Antes tenía tanta presión en la vejiga que no me fijé bien en el lugar, y observándolo ahora, todo parece muy acogedor, incluso hogareño, hasta que llega al pasillo de la mazmorra y entonces vuelve la depresión.

Mi mayor debilidad Donde viven las historias. Descúbrelo ahora