TRUEQUE DE INFORMACIÓN

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«Nadie»


No puedo creerlo... Dioses. He tenido conmigo a la princesa todo este tiempo ¡Y no me había dado cuenta! Y pensar que he estado durante días sin parar de «buscarla» por los bosques... No me juzguen, esos dichosos reyes no dieron nunca información de nada, ¡Ni sabía que tenían una hija! Bueno, cuando era pequeño sí que oí un rumor de los pueblerinos de que habían visto una niña pequeña en el palacio, pero nunca se mencionó su existencia, ni siquiera los criados la mencionaban, y se pensaba que era solo eso, rumores. Nunca ha salido en la prensa y tampoco hablaban de ella. ¿Por qué la habrán mantenido oculta, al margen de todo? ¿Qué tienes tan especial o tan maligno, querida princesita que te han ocultado toda tu vida? Quizá pueda averiguarlo más tarde. De todos modos no puede huir.

Me fui para el salón y me quité mi capucha y mis guantes. Me dejé caer sobre el sillón. Estaba agotado después de haber ido todo el día de un lado para otro, creyendo que encontraría a la princesa del demonio ¡Y podría habérmelo ahorrado! Mi suerte va en aumento. Bendito día el que decidí recogerla para «ayudarla». Ahora que la tengo en mi poder debo pensar en cómo usarla exactamente. ¿Debería hacerle llegar a los reyes que  tengo a su querida princesita conmigo? ¿O debería matarla y dejarles el cadáver en el palacio?

Me quedé mirando por la ventana, pensativo.

Papá... Prometí que te vengaría aunque eso conllevara mi muerte. Pues bien. Al fin cumpliré tu voluntad y te vengaré... Voy a destruir a esos putos reyes y que vean lo que es sufrir de verdad. Que esos asquerosos vean lo que es perder a un ser amado. Verán... Lo verán, llorarán y sufrirán, entonces ahí podré morir en paz.

Los dioses me pusieron a la princesa en bandeja. Ni tuve que esforzarme en ir a por ella. Vino ella solita. Gracias por ahorrarme un trabajo arriesgado.

Después de mi momento feliz, decidí ir a descansar. Mañana me esperaba un día muyyy largo. A que ahora ya no gastarás tantas bromas, ¿eh princesa? Si se hubiera visto la cara tan pálida que se le quedó al ver que gracias a su bocaza había descubierto que era la princesa...

Dormí como los dioses esa noche. Ya podía sentir el sabor de la victoria. Me levanté temprano y ahora con menos preocupación y sin prisa, pude desayunar tranquilo para luego ir a ver a mi querido rehén. Ella estaba sentada en el suelo, apoyada en la pared, una de las piernas estaba completamente estirada mientras que la otra estaba encogida. Tenía los brazos cruzados y miraba por la ventana, «¿Qué miras tanto, princesita?»

Ella no pareció darse cuenta de mi presencia a pesar de que había hecho acto de ella.

Solo te ignora. Te está desafiando.

Muy mal hecho, querida princesita.

Di un golpe en la pared que la sobresaltó. Finalmente me miró. Yo me relajé apoyando mi espalda en la pared de enfrente y cruzando los brazos. Ninguno dijo nada. ¿Lo sorprendente? Tenía un semblante serio y frío.

«¿Sigues sin temerme? Verás cómo me temes ahora.»

—¿Has venido solo para mirarme? Porque ya te digo que la belleza no se pega—soltó ella, burlona.

Solo te está provocando. No caigas en su juego.

—No. Vengo a contemplar tus últimos instantes de vida.

Mi mayor debilidad Donde viven las historias. Descúbrelo ahora