ROMEO Y JULIETA

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Zack tenía los ojos cerrados, no respondía pero su pecho aún subía y bajaba, sigue respirando. Tengo que hacer algo ¡Ya!

Intenté levantarlo, pero pesaba mucho para mi debilucho cuerpo. «Debí haber seguido entrenando». Las vendas se habían caído y yo ya no podía más.

—¡Zack, despierta!—Grito como si eso lo fuera a despertar—¡Tienes que despertar! Vamos. Abre tus hermosos ojos grises que tanto amo, que tanto me hipnotizan y me derriten.—Le sacudí el brazo pero no reaccionó—. Despierta... por favor...

Me desplomé al suelo, rendida. Me quería morir. Zack había muerto por mi culpa... Bueno, aún no, pero me lo veo venir... Todo esto es por mi culpa, siempre tengo que cagarla y estropearlo todo, pero esta vez no iba a tener arreglo...

Me quedo llorando cuando noto que alguien pone una mano en mi hombro. Alzo la mirada y me encuentro con los ojos de Liam. Él me mira con un semblante triste. Parece que mi madre se fue de la lengua.

Liam mira a Zack y luego a mí. Se acerca y le coloca dos dedos en el cuello.

—Aún tiene pulso... Vamos.

¿Aún tiene pulso? ¿De verdad?

Liam, que él sí tenía la suficiente fuerza para levantarlo, lo puso en pié y pasó un brazo de Zack por detrás. Yo lo sostenía por el otro lado. Lo llevamos rápidamente hacia el caballo de Liam y de forma muy imprudente, subimos los tres a caballo. Liam intentó todo lo que pudo hacer para que su caballo fuera más rápido, pero en el pueblo... No se podía ir demasiado rápido a menos que arroyes a alguien.

Llegamos al pequeño hospital al final del pueblo. Yo estaba tan acostumbrada a que fuera Zack el que me curase, que no sabía cómo era un hospital en realidad.

Bajamos a Zack y lo llevamos adentro.
Todos los del lugar se fijaron el Liam.

—¡El príncipe Liam!—Gritó una chica.

Oh. No. Ahora no, por favor.

Liam las saludó de forma cortés y continuamos hasta ver a una mujer en lo que parecía una recepción.

—Disculpe, tiene que ayudar a nuestro amigo, él...—Dijo Liam y la mujer nada más escuchar a Liam ya había llamado al doctor.

«Ojalá ser tan adorada y admirada como él.»

Rápidamente, un señor un tanto mayor avanzó hacia nosotros y su rostro palideció al ver a Zack. Era la misma expresión que yo puse cuando vi cómo la flecha se impactaba en su piel. Recordarlo me da náuseas.

Trajeron una camilla para él. Yo le expliqué que estábamos «cazando» y accidentalmente, una flecha quedó mal parada—obviamente no podía soltar todo el rollo de la boda, mi lío con Zack, la huída...—. Así que, después de contárselo todo rápidamente para que empezase a verlo, él me dijo que haría lo que pudiese pero que no tuviera esperanzas. Desapareció tras entrar por una puerta junto a la camilla con Zack.

Que no tenga esperanzas... Cuando un médico te dice eso, quiere decirse que hay más probabilidades de que la noticia sea mala y te vayas mentalizando. No logro contener las lágrimas y comienzo a llorar de nuevo. Cubro mi cara con mis manos porque sentía que así nadie me veía—es una estupidez, lo sé, pero...—. De repente, noto que unos brazos me envuelven en un cálido abrazo.

«Liam.»

Aparto mis manos y alzo la mirada para verlo. Él mantiene su semblante triste.

—Así que... Estás embarazada...—Asiento lentamente—¿De cuánto?

—No sé... ¿Un mes? ¿Menos de un mes? No llevo la cuenta. Es que... No creí que estaba embarazada hasta que lo dijo Fabiola...—Agaché la cabeza de nuevo.

Mi mayor debilidad Donde viven las historias. Descúbrelo ahora