PREGUNTAS PELIGROSAS

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—Idris—repito en voz alta.

«Miente... No se llama Idris.»

No me pregunten por qué, pero sé que no se llama Idris, noto su mentira. Él se negó rotundamente al inicio a decirme su nombre ¿Por qué iba a decírmelo ahora con tanta tranquilidad? No puede ser.

—Creía que había que ser sinceros en este juego. No te llamas Idris.

—Ah ¿No? Y ¿Qué te hace pensar que no me llamo así?—Enarca una ceja.

—No sé—me encojo de hombros—. No tienes cara de «Idris».

Él suelta una risa seca.

—Entonces ¿Cómo crees que me llamo?

—Hummh...—me quedo pensando— No sé, pero no tienes cara de «Idris».

De nuevo suelta una risa seca.

Y vuelve a ser mi turno.

—¿Cómo te hiciste la cicatriz de tu ojo?

«¿Me responderás esta, guaperas?»

Él suspiró.

—Una pelea, en una taberna—se encogió de hombros.

Me da la sensación de que dice la verdad pero no del todo...

—¿Detalles?—Enarco una ceja.

—Tendrás que ganartelos—sonríe pícaramente—. Mi turno.

«Tengo miedo.»

—¿Por qué los reyes nunca dieron información sobre ti?

«Whoa. Apuntamos fuerte ¿eh?»

Él me miró con picardía, esperaba mi respuesta. Los dos sabíamos que iba a beber. Hice el ademán de llevarme la copa a los labios, pero... ¿Qué estoy haciendo? Llevo tantos años callándome, soportando a mi madre sin poder quejarme y ¿Aún así tengo que defenderla y seguir callándome para que no la critiquen? Tenía la oportunidad perfecta de desahogarme y lo iba a hacer. Quizá no era la persona adecuada a la que contárselo, pero ¿A quién más tenía? Solo a Zack y el muy imbécil me abandonó. «Idris» va a tener que escucharme.

—Porque...—inhalo—no fui concebida por los dioses...—digo casi en un hilo de voz.

Quería sonar fuerte y contundente pero... Al decir en voz alta los secretos de mi madre se sintió... extraño. Era como si quisiera decirlo a gritos para a la vez mi cuerpo me contuviese, ¿Por qué?

—¿Cómo dices?—Enarca una ceja.

—No sé si sabes que los herederos al trono, son elegidos por los dioses divinos. Los reyes les rezan para que les otorguen con primogénito que los llene de prosperidad. Pero en mi caso no fue así. Yo nací antes de que mis padres fueran al templo sagrado. Un día mi madre se embriagó, una llevó a la otra y... aquí estoy—me encojo de hombros.

Siento que al decirlo me quito un peso de encima. Mi madre siempre se avergonzaba de mí por esto y me prohibió contarlo pues... Mamá. Qué. Te. Den.

Idris frunció el ceño, un tanto confuso.

—¿Qué?

—No nada. Simplemente... Es curioso

—Curioso—repito en voz alta.

—Entonces ¿Jamás saliste de palacio?

—Hey, eso es otra pregunta. Y si quieres saberlo, tendrás que ganártelo—uso sus palabras en su contra y sonrío victoriosa.

Él muerde su labio inferior y suelta una risa seca. Entonces me mira expectante, esperando mi pregunta.

¿La verdad? No sé qué preguntarle que me pueda interesar y/o ayudar a salir de aquí. Me dijo un nombre falso, obviamente no me va a dar su ubicación... ¿Qué más puede tener?

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