|Russell Glosson.

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Episodio Veintinueve: Russell Glosson.



















































Sudaba. Sudaba mientras la cabeza me daba vueltas, completamente desesperada ante la imagen que veía frente a mí. Se sentía horrible, era horrible. No podía hacer nada, en el suelo, sintiendo mis piernas temblar cada que trataba de moverme y el sabor a sangre en mi boca.

Despídete de ella, Golden—. Se burló esa aterradora voz, que jugaba con su mano vibrante cerca del pecho de la joven castaña.

Por favor... por favor no—. La escuché sollozar, y mi vista se nublo de las lágrimas por un momento.

¡No te atrevas a tocarla!—. La carcajada burlesca del hombre enmascarado fue su respuesta. —¡No! ¡No, ella no! ¡No la toques!—. Seguí insistiendo, siendo testigo de cómo el demonio azul mr observaba, sonriendo, antes de sin siquiera ver, traspasar su mano por el cuerpo.

No, no, no.

Y grité.

Grité asustada, como una niña pequeña después de tener una pesadilla, como un bebé llorando sin poder hablar, sin poder decir lo que tenía.

Y entonces desperté.

Jadeando, sobre la cama ajena y observando el rostro de Caitlin dormida a mi lado. Estaba a salvo. Me sentí aliviada al instante, con esa sensación de tranquilidad buscando calmar mis músculos tensos.

Aspiré una vez más el aire de la habitación con olor a veladora, antes de volver a tratar de recostarme, cerrando los ojos, aferrándome al cuerpo de la joven por detrás, quien pareció recibirlo bien, tomando mi brazo como su peluche personal, apretándolo con fuerza.





























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Pase una de mis manos por mi cabello, tratando de despertarme mientras mi amigo Cisco daba vueltas por el Córtex, a punto de hablar sobre algo importante.

Harry, Caitlin y Barry también se encontraban ahí, además de Jack, a quien había decidido darle malas miradas de vez en cuando, solo por si acaso.

—Algunos de ustedes tal vez ya lo sepan, pero he estado involucrado en una batalla unilateral con un enemigo invisible—. La doctora bonita suspiró.

—No, no la Tortuga otra vez—. Casi rogó ella.

—¿Tortuga?—. Arrugué las cejas, cruzada de brazos mientras esperaba una respuesta suya.

—Es la ballena de Cisco—. Trató de explicar.

—Mitad ballena, mitad tortuga—. Asintió pensativo el científico de Tierra 2.

El de cabello largo negó bastante ofendido. —¿Ya viste lo que hiciste, Caitlin? Ahora están confundidos—. La muchacha abrió la boca con indignación, mientras yo trataba de unir puntos en mi cabeza, buscando una respuesta más clara.

—Continúa—. Gruñó Harry desesperado.

—Me topé con varios casos cuando buscábamos a Flash Reverso, robos que al parecer ocurrían a gran velocidad. Las personas tenían un objeto y ese objeto desaparecía luego—. Se giró a una de las pantallas que se encontraba a unos metros de nosotros. —Díganme que ven—.

Leah. | Caitlin Snow. | 1. | En Proceso.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora