|Clark Bronwen.

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Episodio Treinta y Cuatro: Clark Bronwen.







































Solté un suspiro, llegando junto a Joe al Córtex de los Laboratorios STAR después de la investigación que había hecho junto a mi casi padre.

—Oigan, chicos—. Llame la atención de Cisco en las computadoras, Barry sentado mientras veía la televisión y Harry que no tenía ni idea de lo que hacía.

—Revisamos los historiales de todos los involucrados en el desastre de Tar Pit, pero no hay nada. Todos tienen un historial que está sellado y no puedo leerlo—. Admitió el detective, deteniéndose frente al hacker.

—Eso es porque eres ético, detective West—. Le reprendió el de cabello largo, comenzando a teclear en su computadora.

—¿Cuántos delitos estamos cometiendo al abrir un registro sellado?—. Buscó una respuesta Joe, observándome de reojo.

—Ah, tres o cuatro... no, cinco—. Respondió vagamente Cisco.

—Creo que estaban sellados porque son historiales de defensas juveniles—. Caí en cuenta tras observar los tres registros.

—No los arrestaron juntos—. Recalcó el policía.

—No, pero miren esto; estuvieron en el mismo centro de detención juvenil. De hecho, Monteleone y la primer víctima eran compañeros—. Siguió dando información reveladora el científico.

—¿Quién estuvo con la segunda víctima?—. Preguntó Barry.

Y entonces en la pantalla apareció un hombre de barba, bigote y cabello casi rubio. Abrí los ojos, mientras tragaba en seco.

—Un tal Bronwen Clark. Buena suerte encontrándolo, tiene muchas direcciones y no puedo encontrar la actual—.

—Carajo—. Susurré, pasando mi mano por mi cabello.

Era la última vez que ayudaba a Iris West.

—Buscaré reconocimiento facial—. Decretó Ramón, siendo interrumpido por la muchacha de rizos y cabello oscuro que acababa de llegar.

—Eso no será necesario. Porque en este caso, yo seré su reconocimiento facial—. Dejó en claro. —Se exactamente en dónde encontrarlo—. Su mirada chocó con la mía.

—Sí, yo también—. Comenté, llamando al igual que ella la atención de Joe.

—Bueno, podrán contármelo en el camino—. Dijo con una tranquilidad algo aterradora.

Pero aún así, asentí, tomando la chaqueta que se encontraba en el respaldo de la silla.

Wells apareció, con una especie de objeto brillante parecido a un cilindro.

—¿Qué es eso?—. Interrogó el detective.

—Un reactor de implosión de brechas—. El hombre tragó en seco.

—¿Para que pregunte?—. Se lamentó.

—Vamos—. Le hice una señal a la muchacha, que asintió a la vez que su padre. Los tres iríamos al hogar de las ratas.

























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Leah. | Caitlin Snow. | 1. | En Proceso.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora