|Mark Mardon.

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Episodio Veintisiete: Mark Mardon.


























Me encontraba tarareando una canción navideña, sonriente ante la época que me recordaba cosas preciosas cuando era niña y que definitivamente no se comparaba con ninguna festividad. Ni siquiera mi cumpleaños.

Me alegraba como una niña pequeña, con un sombrero de Santa Claus mientras colocaba adornos rojos y blancos en Laboratorios STAR, la parte fácil tras decorar el árbol tan grande que adornaba el Cortex.

Escuché susurros detrás de mi, que suponía y eran de Caitlin y Cisco, quienes parecían casi asustados por mi euforia. No me importaba, con Jay lejos, esta Navidad alegaba ser maravillosa.

—Oye, Leah—. Me giré con confusión al hombre de cabello largo, quien se encontraba malhumorado tras terminar con Kendra Saunders.

La desgraciada había huido con Cárter Hall, dejando al triste payaso con el corazón roto, llorando mientras trataba de consolarlo con bebidas de un bar de mala muerte.

Caitlin me había visto con desaprobación cuando le conté que Cisco había subido a cantar karaoke, y no llegaba a las notas. Para aclarar, yo no tenía la culpa de que él fuera mal cantante.

—¿Uh?—. Me giré a él y la joven preciosa que lucia casi apenada.

—Creemos que no deberías de volverte una loca con los adornos, ya sabes, tenemos cosas por hacer—.

—¿Cómo que?—. Arqueé una ceja en dirección al de cabello negro.

—Ya sabes, descubrir cómo cerrar brechas y todo eso—. Movió sus maños nervioso.

—Eso ya lo arregle, tengo varias teorías—. Me giré para colocar el globo de nieve en el escritorio de la caja con adornos.

—¿Tienes teorías?—. Repitió él, y casi podía asegurar que estaba cruzado de brazos con burla.

—Sí, claro. Porque es obvio que si inyectas una descarga de Neutrinos inestables en las brechas, causas que se sellen y Zoom deje de viajar entre Tierrita 2 y Tierrita 1—. Le guiñé un ojo a la Doctora cuando pareció sonreír orgullosa.

—¿Cuánto te costó descubrir eso?—. Interrogó directamente Cisco.

—Soy bonita e inteligente, no me costó mucho—. Dejé en claro al hombre que soltó una risita nada divertido.

—Sí, bueno, felicidades, tienes a la Doctora Snow babeando por ti—. Habló sarcástico, pero ni siquiera parpadeé mientras la muchacha nombrada se avergonzaba notablemente.

—¡Cisco! ¿Qué te pasa?—. Chilló ella.

—Me pone de malhumor que alguien quiera celebrar el nacimiento de un bebé de hace 2,000 años que mataron los Romanos. No entiendo la relación de eso con el dar regalos—. Admitió sin siquiera pensar en sus palabras.

—Oh, claro que te va a poner de malhumor, eres un amargado—. Mi amigo me dió una mirada con indignación que fingí no ver, enfocándome en la muchacha de cabello castaño.

—Que lindas. ¿Van a intercambiar regalos y derramar miel?—. De mofó una vez más el muchacho.

—¡Cisco!—. Repitió una vez más la muchacha.

—Entonces... ¿Ya estás invitada a la fiesta navideña de los West?—. Caitlin asintió, con la mirada en una de sus pulseras.

—Sí—. Confirmó en un susurro.

Leah. | Caitlin Snow. | 1. | En Proceso.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora