|Leah Allen.

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𝙀𝙥𝙞𝙨𝙤𝙙𝙞𝙤 𝘿𝙞𝙚𝙘𝙞𝙤𝙘𝙝𝙤: 𝙇𝙚𝙖𝙝 𝘼𝙡𝙡𝙚𝙣.

Leah Allen:

Varios días habían pasado desde el último ataque de Zoom, después de eso, el velocista no se volvió a aparecer por ningún lugar. Cisco no lo vibraba y ningún nuevo viajero atacaba, lo cual era bueno. Extrañamente bueno.

Barry y yo nos encontrábamos destrozados físicamente, y tal vez, también psicológicamente. Probablemente uno más que el otro.

Primero despertó mi hermano mayor, con la columna vertebral destrozada, tanto, que no podía correr, ni siquiera caminar. Aún intentaba arreglar eso.

¿De qué servía un velocista si no podía usar sus piernas? Supongo que de alguna cruel manera, Zoom no se había preocupado por eso.

Luego estaba yo, que ni siquiera tenía poderes.

Cuando desperté, totalmente desconcertada por el vacío que sentía en el pecho y la falta de el aura dorada, Caitlin me hizo varias pruebas.

Todo se encontraba normal, seguía teniendo el ADN metahumano. Sin embargo, tuve demasiadas complicaciones en una herida del abdomen y el brazo que se encontraba yesado desde hacía tiempo, no tenía indicios de sanar con rapidez.

Nunca me había preguntado qué tan fuerte era la mente, ahora lo sabía. Mi mente era mi peor enemigo, el más poderoso que nunca antes noté hasta ese momento.

Por alguna razón, inconscientemente bloqueaba mis poderes meta-humanos. Eso significaba que no tendría el aura dorada, tampoco la telequinesis o la rápida curación.

En esos momentos solo era un humano común que había tenido un gran poder, que sin notarlo, le fue arrebatado.

Recordaba perfectamente la primera charla que tuve con Barry después de despertar, su  rostro cansado y a diferencia del mío, completamente curado. Iba en la silla de ruedas del Wells traidor, su cabello desordenado y un collarín color carne en el cuello. Me veía fijamente con distintos sentimientos; enojo, tristeza, alivio y culpabilidad.

—Hola—. Susurré con una sonrisa corta. Me alegraba verlo vivo, a diferencia de él que estaba totalmente ajeno a mi felicidad.

Su mirada sombría me analizó de arriba a abajo.

—Te dije que no fueras—. Fue lo primero que dijo con voz dura.

Fruncí el ceño.

—¿Qué?—. Interrogué, confundida. No sabía de qué hablaba.

—Esa noche, cuando Zoom estaba en el techo y tenía a Linda. Te dije que no fueras, me desobedeciste—. Suspiré cuando supe a qué se refería.

Dios, ¿por qué era así?

—Es una broma, ¿no es verdad?—. Cuestioné, sorprendida por su queja.

—Casi te mata, Leah. Yo.... yo creí que te había perdido—. Tal vez era el medicamento, hacía bastante tiempo que no me hacían efecto de esa manera, sin embargo, rodé los ojos por el sentimentalismo de su hermano.

—No soy vidrio frágil que se rompe con un golpe—. Declaré, viéndolo fijamente.

—No eres velocista. Yo no pude con él, ¿en verdad creíste que tendrías una sola oportunidad con él?—. 

—Deberías estar más agradecido. De no ser por mí, tal vez ni siquiera estarías con vida—. Sus labios se volvieron una línea y negó con total desaprobación.

—No lo entiendes, ¿verdad?—. Susurró en voz baja. —Esta era mi pelea, no la tuya—.

También tuve una conversación con Caitlin. Una más profunda en la que muchas lágrimas fueron derramadas.

Leah. | Caitlin Snow. | 1. | En Proceso.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora