|Tina McGee.

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Episodio Treinta y Dos: Tina McGee.




































El reloj de la gran pantalla avanzaba y yo solo podía pensar en lo desesperada que me encontraba, pensando en muchas cosas y ninguna a la vez, puesto que en ninguna lograba enfocarme lo suficiente.

La cabeza me daba vueltas.

—Sin señal o actividad de taquiones—. Dijo casi con decepción Harry, cruzado de brazos.

—Se nos acaba el tiempo, tenemos que ubicarlos—. Demandó mi hermano mayor, caminando de un lado a otro.

—Tomará tiempo para que el aparato alcance su máxima capacidad, solo deberán llegar muy rápido cuando lo encontremos—. Advirtió Cisco y yo asentí, comprendiendo de lo que hablaba.

Joe hizo una señal desde el arco de la entrada del córtex, señalando a Barry. Y mientras ambos casi gritaban en una acalorada discusión, la pantalla comenzó a brillar.

—Cisco, Cisco. ¿Qué es eso?—. Le pregunté desesperada, señalando la marca.

—¡Barry, taquiones! ¡Ya!—. Le gritó a mi hermano mayor.

Y cuando sentí la ráfaga de viento llevarme, ni siquiera me quejé, apretando los puños, porque estaba a punto de enfrentar a ese hombre que tanto daño le había hecho a mi familia.

El asesino de mi madre.







































[...]
















La doctora McGee observó intimidad al hombre de un traje amarillo opaco que no daba buena vibra.

—Está cargada. Puede irse ahora—. Le informo, tratando de no hacer temblar su voz en el proceso. —Dijo que iba a liberarme—. Le recordó sin siquiera pestañear del miedo.

—Sí—. Confirmó él, alzando una de sus manos sin un gesto en el rostro. —Eso dije, ¿verdad?—. La mano del hombre comenzó a vibrar, tan rápido que ni siquiera parecía ser exactamente una cosa real.

Y lo siguiente que la mujer sintió, fue una ráfaga de viento. Notó como un enmascarado escarlata la tomaba por los brazos, como si buscara alguna señal de daño en su cuerpo.

—¿Está bien?—. La mujer de cabello rubio tembló suavemente antes de asentir.  —¡Váyase de aquí, ahora!—. Le pidió el superhéroe local, señalando la salida a la que la mujer de tacones corrió.

Flash se giró cuando escuchó un quejido, seguido de un par de golpes y gritos llenos de furia.

—¡Eres un bastardo!—. Le escucho gritar a su hermana menor, bueno, más bien era Aure Golden, quien no dejaba de utilizar sus puños contra el rostro del hombre rubio.

Se permitió caminar a la máquina del tiempo, de donde arrancó la parte más importante de la máquina, con la confianza de que su compañera tenía todo bajo control. Escuchó indignación del villano.

Leah. | Caitlin Snow. | 1. | En Proceso.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora