¿Qué pasaría si...?

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El viaje hasta el apartamento de Manuel fue corto pero en silencio. Manuel no tenía nada que decir y Miguel no tenía los ánimos.

Era de madrugada, ambos se encontraban agotados no solo por la reunión con sus amigos, sino también por todo el problema que desembocó la revelación de los sentimientos de Pedro.

Cada uno se duchó por su cuenta, secándose, cambiándose y acostándose al lado del otro en el amplio colchón. Miguel fue el último en llegar.

El silencio todavía seguía presente, en el tiempo transcurrido hasta esa hora solo intercambiaron unas cuantas palabras acerca de quién entraría primero al baño y quién atendería al despierto "Lomito", quien por cierto se levantó en cuanto los oyó llegar.

Miguel levantó la delgada tela que cubría el colchón y se adentró al lado de Manuel, acercándose a él a pesar del calor que se manifestaba en las noches de verano.

Manuel, quien sintió la presencia de su novio, con una tenue sonrisa lo recibió, acomodando la cabeza ajena en su pecho. Miguel parecía necesitar el contacto.

— ¿Como te sientes, amor?

Unas largas respiraciones secundaron la pregunta. Miguel lo meditó en silencio.

— ¿Fue lo correcto? Sé qué...

Manuel lo apretó con suavidad contra su pecho.

— Pedro estará bien, es lo mejor para él.

Miguel no terminó de hablar, entristeciéndose por recordar lo de hace unas horas. Su mirada se apagó y también se acurrucó más cerca.

— Solo quiero que él esté bien. —al final, y después de un silencio corto, continuó el moreno.

— Lo estará, cariño. Ya verás que dentro de poco volverá mejor que nunca, haciéndonos bromas de mal gusto como suele hacerlas. —dijo Manuel con una pequeña sonrisa al recordar la personalidad de su mejor amigo.

Miguel, sintiendo esa emoción en su novio, de igual manera le siguió ya con mejor humor.

— Y para entonces deberé tener cuidado ya que soy el blanco perfecto para ellas.— el moreno soltó una pequeña risa solo audible para su acompañante en la cama.

— Todo irá bien de ahora en adelante, ya lo verás.

Ambos se encontraron mejor que hace unas horas, por lo cual sus corazones palpitaron de manera pausada y lenta, tan solo había tranquilidad en ellos; era lo mejor que podían esperar para calmarse a sí mismos.

Un minuto después y casi consumidos por el sueño, Manuel volvió a decir:

— Por cierto, feliz San Valentín, Miguel.

El más bajo, quien mantenía sus ojos cerrados, nuevamente sonrió ante las palabras de su novio.

— También, feliz San Valentín, Manu. Te amo.

— También te amo.

Con lo último, Manuel abrazó a Miguel y ambos se durmieron abrazados, calmados y felices al ya no tener preocupaciones de por medio.

Con lo último, Manuel abrazó a Miguel y ambos se durmieron abrazados, calmados y felices al ya no tener preocupaciones de por medio

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