Sentimientos de amor

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Una vez fueron mencionadas las palabras que tenía en mente, Miguel recién se puso a analizar el peso de aquellas.

Inmediatamente su mirada de alerta se posó sobre Pedro.

Ya había pasado más de un año desde su confesión, en algún punto Miguel quería creer que ya no existía sufrimiento de por medio, que nuevamente Pedro volvía a quererlo como amigo. Mas sin embargo, la duda siempre estaba presente, fue por eso que interiormente ideaba como arreglar sus palabras, que aquellas no sonaran tan hirientes. Pero no había de qué preocuparse.

Pedro casi al instante de procesar aquellas palabras, le dedicó una expresión de fingido asco.

—Iug. —Comenzó.—Qué asquito. —Bromeó en medio del ambiente silencioso.

Fue allí cuando el corazón de Miguel pudo tranquilizarse. Quizás sus suposiciones fueron erradas y ahora todo marchaba bien entre ellos.

Al voltear a su otro mejor amigo, la escena parecía un chiste.

—¡Qué he hecho para merecerme esto!—Intervino Julio con fingida congoja. — ¡Dios! ¡Miguel, recapacita!

Es entonces que, así comenzaron las quejas del boliviano a su repentino gusto por Manuel.

Ver las reacciones típicas de sus amigos ante aquella situación, hicieron que una sincera sonrisa se formara en los labios del peruano. Aquella era una situación típica, normal y cotidiana. Como siempre debió haber sido.

Entre la primera y segunda semana del mes de Julio, los exámenes parciales de Miguel eran el problema común de esos días

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Entre la primera y segunda semana del mes de Julio, los exámenes parciales de Miguel eran el problema común de esos días.

Si bien el peruano estuvo dedicado  últimamente a sus estudios, todavía encontraba tiempo para enviarse mensajes con Manuel. Ese era la suerte de Miguel. Él podía guardar su vergüenza y sentimientos detrás de la pantalla de su celular, pero creía que no sucedería lo mismo cara a cara. Y era así, ambos no encontraron tiempo para volverse a ver después de aquella fiesta, por lo que de alguna manera era reconfortante para el nivel de vergüenza que adquirió Miguel. Lamentaba recordar cada cosa que hizo estando casi ebrio.

Ese mismo día en la noche, fue en pijama al cuarto de cocina para preparase una merienda para la noche entera. Sí, el tendía a amanecerse cuando sus estudios se lo demandaban; eso era común en épocas de parciales y finales.

Al llegar empezó a prepararse varios sándwiches, una jarra de café cargado, y entre algunos chocolates. En sí, Miguel deseaba poder preparase alguna bebida alcohólica, pero no podría. El peruano sabía que si se preparaba alguna, luego querría otra y así sucesivamente. Llegaría a emborracharse y por consiguiente no estudiaría nada.

Después de algunos minutos llegó Julio para servirse un vaso de agua. Él le dio una rápida mirada a Miguel y a lo que se preparaba.

—¿Esa no es comida para toda una fiesta?—Murmuró irónico. Miguel esbozó una ligera sonrisa de diversión.

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