Una peculiar primera cita | Parte 1

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Miguel no tenía libre el sábado por la tarde. Ese día que aceptó la invitación de Manuel, él se olvidó prácticamente que tenía una obligación de asistencia a las sesiones de su taller. Sin embargo, y a pesar de que quería utilizar el beneficio de falta comunicada[1] para la semana en que se le acumule muchos parciales, él lo utilizó para ese sábado. En verdad quería ir a esa cita con Manuel.

Después de haberse duchado, vestido y arreglado correctamente para su salida; tomó su billetera, llaves y celular. Por este último estuvo revisando los mensajes de Manuel por si ya se encontraba cerca para poder irse juntos al cine.

Por la pequeña sala de estar pasó Julio, quien se dirigía a la cocina, sacó de la nevera agua congelada y empezó a beber de ella.

A Miguel no le importó el frío que le hacía sentir aquella acción, considerando que la época presente era la de invierno, y con una inmensa sonrisa soñadora se disponía a hablar con su mejor amigo a fin de avisarle que quizás llegaría muy noche. No obstante, Julio levantó su mano diestra en señal de "stop" y después de beber un sorbo del agua embotellada dijo:

— Ni te atrevas a decirlo. —le advirtió—Toda la semana me tuviste cansado de lo mucho que hablas sobre lo maravilloso de esa cita. Si quieres mantenerme vivo sin morir de asco y pavor agudo, pues te recomiendo que guardes tus palabras.

Miguel soltó una carcajada por pensar en el sufrimiento que le causó a Julito toda esa semana a sabiendas de que al boliviano no le agradaba mucho Manuel, que las cursilerías no eran lo suyo y que combinados ambos solo harían mas miserables a su pobre mejor amigo. Mas aun no pudo evitar sonrojarse por el hecho de que todo eso era producto de lo que Manuel provocaba en él.

Realmente, realmente a Miguel le gustaba mucho. Pensar que el chileno sentía lo mismo por él, lo desbordaba de alegría, emoción, cariño, nervios, vergüenza, y un poco de temor.

—Y ahora te diviertes con mi sufrimiento. —continuó Julio.

—Lo siento, lo siento. —Miguel siguió riéndose pero con mayor moderación.— Cuando pueda te voy a recompensar todo, Julito.

Julio rodó sus ojos en resignación y volvió a tomar el agua helada. Agitó su mano libre en señal de que el mayor podía irse.

Negando divertido Miguel salió del lugar y cerró la puerta tras de sí. Estuvo sonriendo como un idiota en el camino para salir del edificio, y fue allí, en la entrada, que encontró a un muchacho mucho más alto que él, con pantalones negros ajustados, zapatos del mismo color y una chaqueta marrón cubriéndolo del frío limeño.

Su corazón dio algunos saltos por la presencia de Manuel. Él era tan apuesto que encandilaba la vista de Miguel.

—Miguel.

—Manuel.

—Te ves muy bien, por cierto. —dijo el chileno con sus manos dentro de los bolsillos de su chaqueta. Su mirada jamás se apartó del rostro de Miguel.

—Uh... gracias. —Miguel se sonrojó al instante por esas pocas palabras y con el corazón latiendo fuertemente, después de procesar el momento, también le respondió al cumplido— aunque tú lo haces mucho más.

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