Los días pasaron, Miguel seguía con su vida rutinaria. Todas las mañanas ayudaba con algunos trabajos a un Estudio jurídico al que postuló, en las tardes y noches asistía a sus respectivas clases de pregrado, y los sábados se ocupaba en las sesiones del taller penal del que era integrante desde hace años.
Sus días eran ocupados en su totalidad. Las lecturas nunca de acababan, los trabajos de investigación le quitaban muchas horas de sueño, los análisis de casos prácticos incluso hasta le llegaban a estresar, pero Miguel sentía que cada día valía la pena el constante esfuerzo que ponía en ellos.
Las pocas horas de sueño que tenía era como un privilegio para el de orbes dorados. La rutina de alimentos durante el día le brindaban soporte y entusiasmo al joven peruano. Sin embargo, la constante comunicación con Manuel hacían de su día a día emocionantes como las dos actividades anteriores.
Miguel realmente había llegado a ser cercano a Manuel mediante mensajes de textos y algunos ocasionales encuentros junto a Pedro y Julio. En el último mes, ambos habían se sumergieron en una especie de coquetería competitiva que los hacía sonreír de tan solo recordarse mutuamente.
El joven Prado no analizaba la situación más de lo debido. Para él solo eran muy buenos amigos que se llevaban de maravilla debido a lo muy parecidos que eran en casi todas sus facetas.
Es así que, a pesar de lo exhausto que se sentía en la semana, Miguel decidió asistir a una fiesta de su amigo Paolo, más por haberse enterado de que Manuel asistiría.
Cuando su amigo de su facultad le extendió la invitación oral, Miguel pensó en un primer momento en declinar aquella invitación. Sería un sábado por la noche, y realmente Miguel quería descansar en la comodidad de su cama. Sin embargo, Paolo mencionó sobre la asistencia de Manuel debido a que, a pesar de que los estudiantes de derecho recién conocían al chileno, cualquier conocido para invitar a una fiesta servía. Mientras más gente para beber y disfrutar, pues mucho mejor.
Después de la sesión en su taller, Miguel regresó rápidamente a su departamento, se duchó con agua fría-a pesar del clima otoñal- y se alistó con las prendas mejor vistas para esa ocasión.
La fiesta sería en la casa del cumpleañero. Sus padres aceptaron la celebración, por lo cual le cedieron el lugar mientras ellos estarían en otro sitio al mismo tiempo. Era una fiesta de jóvenes, no estarían presentes debido a varias razones.
Miguel ya conocía la dirección de la casa de su amigo, es por eso que asistió sin perderse en el camino. Está de más explicar que llegó con una hora de retraso, algo común cuando asistía a algún lugar que no sea donde realizaba sus prácticas pre profesionales.
El hogar de su amigo no era ni pequeño ni grande, era el lugar ideal para albergar a una cierta cantidad de personas limitadas. Acogedor.
La mayoría de personas; quienes en realidad solo eran amigos cercanos de Paolo, tanto de su universidad así como de su academia y colegio; estaban en medio de la sala de estar, que por cierto aquella yacía ambientada con un par de parlantes, luces psicodélicas y otros adornos que ameriten la fiesta, todo ello mientras bailaban conforme a la música transmitida por los parlantes. Solo algunos, entre ellos Miguel, todavía no se ubicaban en la pista de baile y por eso se acomodaron en los sillones arrinconados en la esquina de la habitación para conversar sobre algunas cosas y quizás beber una que otra bebida.
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Only One || Chirú ||
Fanfiction«Tan destrozado que no puede repararse» «Tantos errores que tiene miedo de continuar» El destino ha sido cruel pero justo con ellos, no hubo momento mejor que el ahora, en las situaciones y circunstancias correctas. «Tan destrozado que no puede repa...