36. HUMILLACIÓN

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GISELLE

El dolor se esparció por todo mi mejilla y trate de contener el quejido en mi garganta, sintiendo un gran nudo que me costó mantener ahí, no había levantado la cabeza, me había quedado en la misma posición donde la bofeteada me dejo y no quería hacerlo cuando me sentía avergonzada y humillada.

Y, sin embargo, mi madre no se mostró arrepentida cuando no era la primera vez que hacía tal acto.

Así que solo escuche lo que tenía que decir por último mientras reprimía mis labios con fuerza para contener las lagrimas que tentaban por salir.

—¡Deja de comportarte como una tonta! —exclamó molesta—. ¡Te lo advierto por última vez, asegúrate de que nadie te vea y no quiero, repito, no quiero que estes en otro artículo teniendo problemas!

No dijo nada más, era su regaño para aprender a ser tal como ella quería.

Se dio la vuelta para subirse al auto con rapidez, de repente ya no estaba ahí, dejándome en ese lugar con un silencio nada agradable.

Un escalofrió me tomo de sorpresa y dejando de acariciar mi mejilla agarre con fuerza mi abrigo y di la vuelta decidida a irme a la casa.

A pesar de mis pasos lentos, llegué rápido y en cuanto abrí la puerta, entre rápidamente para cerrar con fuerza este, sintiendo que solo de esa manera podía sacar un poco de las diferentes emociones que tenía.

Debía de haberme acostumbrado a ese trato que mi madre solía siempre darme desde aquel accidente, pero no podía cuando muy en el fondo estaba segura que ella me quería, de cierta manera, solo pensaba que tal vez se había dejado llevar por lo que me habían juzgado y que eso le había hecho pensar que yo le había fallado.

Siendo la razón más grande por la cual seguía en pie, quería comprobarle que era inocente y que nada de lo que me dijeron que era, podía ser verdadero.

Mi madre y yo nos habíamos distanciado desde ese suceso, tal vez no era tan amena con mi persona antes; pero me sabía apreciar de cierta forma, dándome mis felicitaciones en mi cumpleaños, teniéndome presente en sus pensamientos para darme obsequios y lo que podría ser lo que demostraba su verdadero cariño a mi persona era que me había enseñado ser segura de mi misma y no dejarme subestimar.

Siendo ella ahora quien lo hacía.

Me deje caer en el suelo, recostándome sobre la puerta y al no aguantar más, me permití llorar cuando dije que no lo haría más.

Ahí estaba, doblando mis piernas y abrazándolas con fuerza mientras dejaba salir algunas lágrimas en silencio.

El dolor en mi mejilla había cesado, pero aún tenía un dolor más fuerte en mi pecho al comprender que había perdido más que mi credibilidad con ese suceso que me marco.

También había perdido a mi madre.

No quería llorar más, no quería estar triste más, cuando realmente deseaba que todo eso se convirtiese en ira y me diese más fuerza para hacer mi plan.

Todo esto era culpa de ella, era culpa de esa chica que se creía dulce; pero en el fondo sabía que era una mala persona.

Era un ser que podría destruir la vida de las demás personas.

Y aunque no sabía el motivo, no quería saberlo porque estaba segura que yo nunca le había tratado mal, nunca en mi vida me había interesado alguien como ella desde la preparatoria, solo la veía como una compañera más a pesar de nuestros niveles diferentes en la popularidad.

Nunca la subestime, nunca la hice ver menos, siempre hable con ella sin ningún problema.

Era por eso que no había motivo, simplemente era una chica mala que tal vez me tenía envidia.

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