37. LA CICATRIZ

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GISELLE

Caminaba en el pasillo decidida a terminar de una vez por todas la última clase que tenía, quería irme a casa y quitarme el uniforme para tirarme en la cama y despertarme hasta más tarde, aunque era consciente que tenía una variedad de tareas que debía hacer, en ese momento no me importaba cuando quería calmar mis pensamientos y sepultar las palabras de mi madre en el fondo.

Sin embargo, aún me faltaba una cosa por hacer.

Y lo haría después de esta clase.

Al ingresar a la sala lo primero lo que mis ojos vieron fue a la pobre chica de lentes ser acosada por la moradita y sus súbditas que le decían algo con enojo mientras la chica se encogía sin poder evitarlo.

Blanquee los ojos con molestia, dirigiéndome a ellas, que se encontraban a una esquina del salón donde pasaban de desapercibidas y ahí logre escuchar sus voces.

—¡Te dije que hicieras bien la tarea! —exclamo Emma, lanzándole unas hojas de papel a su pecho—. ¡Ahora hazla de nuevo para mañana, agradece que el profesor me dio la oportunidad de volverla hacer!

La chica asintió temblorosa y tomando las hojas miro a Emma.

—Lo siento... lo haré de nuevo...

—¡Hazlo y no me importa si te lleva tiempo, solo haz que sea una buena nota! —terminó diciendo, empujando a la chica para que ella se apartara del rincón.

La pobre se fue con nerviosismo por el salón hasta llegar a su asiento, siendo lo más triste que había visto por el momento, eso era cruel y demasiado mal por parte de una chica que se creía el centro del universo y que creía que podía manejar su alrededor a su antojo.

Al final, ella era quien daba más lastima.

Me dirigí hacía ellas sin intenciones de discutir, pues no estaba de buen humor y cuando se estaban disolviendo para ir a sus respectivos puestos, Emma se quedó quieta en su sitio cuando al pasar a su lado active una de sus alarmas.

—¿Qué se siente no estar más en el grupo de las animadoras? —dijo de repente sonando maliciosa, tomándome por un instante de sorpresa, pues no pensé que quería hablar conmigo.

Pero al parecer era masoquista.

Me giré a ella con lentitud y sonriendo de lado respondí.

—Para serte sincera, me siento demasiado bien al fin salir de un grupo con una líder con poco sentido del humor, ¿quieres que siga querida? —le mire con fingido agrado cuando ella no pudo evitar verse enojada por la respuesta.

—Sé que muy en el fondo no piensas así —contesto entre dientes—. Estoy segura que querías estar ahí, pero bajo mi presión no podrías.

—Por una parte, tienes razón y por la otra, mi único deseo de estar ahí era para hacerte la vida imposible —dije sin más, confesando lo que no pensé revelar—. Así que lo siento chiquita si creíste que realmente me fascinaba estar en ese círculo bailando alrededor de ti, tengo cosas más importantes que hacer.

—Eres una desgraciada...

Se acerco a mí con deseos de hacerme algo o al menos eso creí cuando levanté más el pecho y me puse en frente de su persona, ganándole en altura y en actitud, ella al parecer se dio cuenta que era incapaz de vencerme y opto mejor por seguir diciendo tonterías.

—Si creías que solo por el hecho de salirte del grupo tendríamos una mejor relación, pues estas equivocada.

—¿Mejor relación? —dije en tono burlón—. No me hagas reír moradita.

Perfecta Coincidencia |DISPONIBLE EN FISICO|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora