Capítulo VI.

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Su mirada fue hasta la sombra de Enzo apoyado en uno de los pilares de la entrada a la habitación y Matías no pudo evitar sentir como todo el calor subir por todo su rostro, la luz se encendió poco después y su mirada se encontró con la mirada de Enzo, sintiéndose morir ahí mismo.

—¿Qué haces vos acá? —su voz distorsionada llenó la habitación y la risa ronca de Enzo llegó a sus oídos.

—Es mi pieza también, ¿no? —respondió y Matías sintió la vergüenza golpearlo una vez más por la pregunta tan estúpida que había hecho.

Asintió lentamente pero cuando pudo huir, su mano fue retenida por la muñeca del mayor, su agarre fue firme y su mirada fue hasta sus ojos, encontrándose con los suyos mientras lo veía sonreír de lado y tomar sus dedos entre los suyos.

—¿Qué hacías, uhm?

Matías se sonrojó—. ¿Qué te importa a vos lo que yo hacía?

—Sigues hablando pelotudeces, Matías y es algo que no lo tolero —gruñó y Matías lo miró pero Enzo lo observaba con una intensidad atemorizante casi intimidante. Su mano fue sujetada con fuerza y sus dedos se irguieron frente al alfa—. ¿Crees que no huelo tu lubricante en ellos? —Matías lo miró atento a sus movimientos y Enzo pareció disfrutar de eso antes de llevar sus dedos lubricados hasta su boca para probarlos.

Matías lo miró con los ojos abiertos y el calor hasta las orejas, su rostro estaba manchado de ese rubí en sus mejillas mientras lo veía deleitarse al chupar sus dedos de esa manera, probando de él en ellos. La vergüenza lo golpeó y cuando intentó huir, Enzo lo obligó a quedarse quieto.

—Sabes delicioso, mi amor —Matías tembló al escuchar ese apodo y sus mejillas se sonrojaron fuertemente.

Se apartó bruscamente de su agarre retrocediendo en la cama mientras sentía la mirada intensa de ese hombre sobre él. Enzo podía ser intimidante y lo intimidaba demasiado, su sola presencia hacía que quisiera doblar las rodillas y mostrarle docilidad. Una locura esa.

—Estas loco, ¿ta? —sus pies tocaron el suelo cubierto por la alfombra mientras lo miraba con temor, Enzo sonrió.

—¿Es lo que te gusta no? —lo vio bajarse de la cama y avanzar hasta él, Matías retrocedió un paso pero fue en vano, Enzo lo sujetó de la cintura pegándolo a su cuerpo y sostuvo su mejilla para inmovilizarlo—. Siempre te ha gustado que sea así, que te folle y te posea con locura. —susurro empujándolo contra uno de los muebles y tirando todo lo que había ahí para subirlo y abrirlo de piernas, colándose entre ellas y metiendo su mano dentro de su ropa interior, Matías gimió y Enzo sonrió—. Seguís húmedo —susurro bajando la mirada hasta él y Matías lo miró con enojo antes de gemir al sentirlo introducir un dedo en él—. Deja que me encargue de ti, bonito.

Matías gimió al sentirlo moverlo en su interior y lloriqueó, sosteniéndose de los hombros de su esposo al sentirlo aumentar su ritmo e introducir un segundo dedo dentro de él, con la intención de aumentar su placer mientras lo estiraba y hacía tijeras con ellos.

—¿Ves? Te gusta lo que hago, que te posea de esta manera y te tenga rogando —susurro sin apartar su intensa mirada del rostro sonrojado de su esposo. Matías lloriqueo mordiendo su labio inferior tratando de acallar sus gemidos y Enzo aumentó su ritmo al notar eso—. Gime, Matías. Gime para mi —ordeno introduciendo un tercer dedo en su interior.

Matías sentía como el aire comenzaba a faltarle y sus ojos comenzaban a llenarse de lágrimas, sus mejillas estaban sonrojadas y sus piernas comenzaban a temblar seguido del orgasmo que comenzaba a construirse en su vientre, sus uñas se enterraron en el brazo de Enzo y echó su cabeza hacia atrás gimiendo con fuerza, escuchando esa risita que erizo todo su cuerpo, tan ronca y única.

Un corazón de mentiras (LIBRO #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora