Capítulo XIX.

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Matías.

—No quiero ir a casa.

Esas fueron mis cortas palabras cuando Enzo me insistió en que subiera a su auto, lo hice poco después de suspirar pesadamente y obedecerle. No quería ir a casa, quería estar un poco lejos antes de llegar y encontrarme solo nuevamente en ese lugar.

Enzo pareció entenderlo porque no pregunto y solo dijo que iríamos a un lugar, no le entendí, tampoco quería hacerlo, mis pensamientos estaban hundidos en las últimas palabras que había escuchado a Malena decir. «Terminar conmigo» habíamos roto un par de veces pero eso no duraba ni dos segundos cuando ella se arrepentía o yo lo hacía, pero esta vez no era así, ella dijo que se iría y sabía que así sería, porque siempre lo había dicho, el deseo de ella era irse y triunfar en lo que hacía, así que jamás lo dude, jamás dude que se iría en el momento en que lo dijera, sin embargo, siempre creí que me tenía dentro de sus planes, pero ahora me daba cuenta que no era así.

Todo el trayecto me quede mirando por la ventana, Enzo no se había molestado en hablarme o molestarme por lo de la última vez y yo le agradecí en silencio, su aroma sin embargo, me atormentaba porque le gustaba a mi omega y por ende, me gustaba a mi, su aroma fue lo que hizo que me calmara un poco y no derramara lágrimas, aunque lo único que quería era soltarme a llorar a solas y encerrarme en mi jodido mundo cruel.

Observe como la noche comenzaba a caer sobre aquel lugar cuando el auto entre en una avenida que yo no conocía y mis alertas se encendieron, observando cada calle y cada letrero antes de escuchar una risa profunda y divertida al lado mío.

—No voy a secuestrarte, Matías. No soy un imbécil —murmuro—. A menos que vos queras que lo sea y te quedes conmigo este fin de semana.

Lo mire por unos segundos y puse los ojos en blanco, él chasqueó ligeramente su lengua y tamborileo sus dedos en el volante, lo mire por segunda vez, llevaba una mano apoyada en el volante y la otra la tenía flexionada, su codo responsando en el borde de la ventana, su cabello negro se movía y sonreía de manera irónica.

—No me gustan esos modales —susurro y me miró, yo me estremecí ante su mirada.

—¿Vos te pensás que eso me importa?

—Tendré que corregirlos en un futuro.

Mi ceño se frunció y quise preguntar a lo que se refería pero era mejor morder mi lengua a meter las patas una vez más.

Ya mi lengua me había metido en demasiados problemas como para meterme en uno más cuando estaba en medio de la nada con alguien a quien apenas había conocido un par de días atrás, y que no era cualquiera, sino "mi prometido". Alguien que parecía gustarle de lo correcto y el orden.

Me hundí sobre mi asiento cuando sentí como el auto se estacionaba, mi mirada se alzó para ver lo que tenía de frente y observe una cabaña frente a un pequeño lago, era rústica pero parecía bien acomodada, la luz cálida podía verse a simple vista lo que le daba un toque más hogareña, era pequeña y me pareció increíble que alguien como Enzo y su poder disfrutaran de ese tipo de cosas pequeñas, no era que había investigado después de lo que Francisco había soltado, pero si me había enterado que a ellos les gustaban las cosas grandes y llenas de lujos y poder. Que vislumbrarán lo que ellos significaban en el mundo.

—¿Qué hacemos acá? —pregunté cuando lo vi bajar y rodear el auto para abrirme la puerta, fingí no sorprenderme por su acto de caballerosidad, nadie había tenido eso conmigo pero quería creer que lo único que deseaba era cortejarme de una manera moralmente correcta.

—Dijiste que no querías ir a tu casa —su mano se apoyó en la compuerta esperando a que saliera y lo hice, Enzo tomó mi mochila antes de que yo lo hiciera y la colgó sobre su hombro—. No te veías bien, así que te traje aquí. —murmuro cerrando la compuerta detrás de mi antes de girar y mirar la cabaña—. Acá es donde suelo estar cuando las cosas no van bien o tengo demasiado estrés. El silencio fuera de la ciudad puede ser tranquilo.

Un corazón de mentiras (LIBRO #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora