Capítulo XX.

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Matías.

—¿Estas seguro de que puedo hacerlo?

Me quede quieto mientras vertía un poco del agua caliente sobre mi mate, Juani y Francisco me miraron directamente mientras el de rulos desviaba ligeramente su mirada cuando Francisco dibujó una sonrisa triste en su rostro y asintió lentamente.

Tras unas semanas desde aquel accidente y desde que había aceptado casarme con Enzo, la noticia había llegado a oídos de mi tío y lo primero que hizo fue felicitarme como si hubiese hecho el mayor logro de mi vida, la única cosa por la que lo hacía era por mi libertad y porque quería desligarme del sentimiento de culpa y deuda que sentía por mi tío, pero no era tan sencillo.

Malena y yo habíamos terminado hace semanas y desde entonces, no supe nada de ella, a excepción de sus publicaciones; ella parecía feliz y reanimada, mientras yo tenía que fingir serlo, fingir que seguía con mi vida como si nada hubiese pasado y comprometiéndome con un corazón sangrante en mis manos.

Pero ahora debía seguir con esto, una vez que me casara con Enzo, todo quedaría atrás y mi nueva vida empezaría y tenía que forzarme a hacerla.

—¿De verdad te vas a casar? —Juani preguntó poco después y yo lo mire por unos segundos, el tema de los matrimonios no estaba siendo tan bueno para él.

—Bueno —murmure—. Supongo que si.

—¿Y qué tal los preparativos? —Francisco preguntó desviando el tema, mi mirada fue hasta él, quien ahora se encontraba postrado en una silla de ruedas y con una mirada perdida y para nada brillante, como él lo era—. ¿Ya está todo en marcha?

—La fiesta de compromiso, sí —murmure y saqué dos pequeñas invitaciones para entregárselas. Juani la tomó—. Él vendrá por si no quieres venir, lo entenderé.

—Gracias. —me sonrió guardando la invitación y yo le sonreí un poco—. Me iré en unos días, te enviaré mi regalo.

—No tenes que hacerlo —murmure y le sonreí, Juani se rio con ironía y Francisco le dio una calada a su vape antes de pasármelo, yo le di una profunda calada y solté el humo—. Una mierda todo esto.

—Decimelo a mi.

Juani se recostó a mi lado con la cabeza sobre el césped y ambos nos quedamos observando al cielo nublado de ese día.

La imagen de Enzo seguía repitiéndose en mi cabeza, su agarre, su caricia, sus labios y su aroma, seguían persiguiéndome como una mantra, por ese simple pensamiento, mis labios picaban y sentía la necesidad de buscarlo y correr a sus brazos, quería echarle la culpa a mi lobo y lo débil que era, y él parecía odiarme por no aceptar el hecho de que Enzo era mi alfa.

Lo que hice, lo hice en un momento caliente; mi mirada aterrizó sobre el anillo de compromiso que llevaba sobre mi dedo y las cosquillas en mi vientre bajo aparecían de nuevo, recordándome que muy pronto tendría que unirme a él y hacer mi vida junto a él, todo lo contrario a lo que había pensado en el pasado.

Cerré mis ojos poco después y chasqueé mi lengua, la imagen de la sombra que había visto el día del funeral también estaba en mi cabeza, la incertidumbre de querer saber que era o quién era o si solo había sido una alucinación mía, durante esos días no había tenido que ceder a las pastillas de dormir, siempre las tomaba para que las pesadillas no me siguieran, la mayoría del tiempo tenía que beber una pastilla, tenía depresión, a los psicólogos que había ido solo me daban una respuesta, el trauma de la infancia y el sentimiento de abandono y culpa que siento.

Tras la muerte de mis padres, lo único que podía recordar eran pequeños fragmentos y en todos ellos, yo era quien comenzaba el incendio.

Atormentándome y culpándome.

Un corazón de mentiras (LIBRO #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora