Capítulo XXIV.

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Un año y meses después.

Los meses habían pasado demasiado rápido para alguien como Matías. La noticia de mudarse al extranjero no le había caído tan bien como Enzo habría esperado que lo hiciera, pero este último estaba seguro de que no lo volvería a poner en riesgo, al menos hasta que se enterara de lo que verdaderamente estaba sucediendo y quién era el que seguía a su esposo.

Matías no le había comentado nada, desde su accidente, se había dispuesto a seguir con sus estudios y a casi un año de eso, estaba por culminar sus estudios, así como la inauguración del teatro creado por ambos, había sido hace un par de meses atrás. Todo iba viento en popa, marchaba bien y las cosas en Portland marchaban demasiado bien, después de Argentina, habían viajado a Portland, donde se habían mudado y alojado en una de las partes más rurales y fuera de la ciudad para tener un poco de paz y tranquilidad.

Pronto, cumpliría veintidós años, estaba a casi nada de hacerlo y las cosas comenzaban a marchar bien. Había comenzado a hacer teatro, a dar clases de teatro y crear talleres para las personas ahí, le había costado un poco aprender a la perfección el inglés, sin embargo, lo había perfeccionado muy bien en tan poco tiempo y Gael había sido de gran ayuda. Desde que había dejado a todos sus amigos atrás, Gael fue su único amigo más cercano además de su marido, con quien salía a fiestas de sus empresas o reuniones importantes, aún así, tenían sus momentos y extrañaba pasar tiempo en la cabaña con Enzo.

La cabaña se habia convertido en su lugar de escape, ahí iban cuando las cosas se ponían mal o cuando se estresaban, pero la cabaña habia quedado en Argentina y no regresarían hasta nuevo aviso; mudarse significaba cambios, dejar atrás a muchas personas y muchas cosas, y aunque hablara todos los días con Francisco. Nada era igual.

Solía verse con Juani cuando éste viajaba a Portland por trabajo y quedaban en verse, o cuando él viajaba a Nueva York para verse o hablar con Agustín también.

Pero nada era igual.

—¿Señor Vogrincic? —parpadeo repetidas veces cuando una voz caló en su oído sacándolo de sus pensamientos y su mirada fue hasta su alumna—. Lo siento, tenía algunas dudas. ¿Podría ayudarme, por favor?

—Claro, ya voy.

—¿Matías? —la voz de Gael a sus espaldas lo hizo girar y su mirada se encontró con la de él—. ¿Estas bien?

—Sí, ¿por qué? ¿Pasa algo?

Gael asintió—. Es lo que me pregunto: ¿qué te pasa?

Matías no lo sabía.

Los últimos días había estado muy sumergido en sus propios pensamientos o simplemente durmiendo, cansado y agotado. Cuando llegaba a casa, dormía y cuando veía a su esposo, parecía saltar sobre él como un koala aferrado a su rama, incluso en el doble sentido.

El pensamiento lo hizo sonreír como un bobo, antes de apartar la mirada de su guardaespaldas y tratar de apartar todo pensamiento de esa índole. Y aunque era cierta, seguía avergonzándole la buena vida sexual que Enzo le daba, una vida demasiado activa y lujuriosa. Demasiado buena, una vida que jamás había tenido en toda su vida.

—No lo sé. Quizá sólo estoy un poco cansado —pasó su mano por su cuello y deslizó la yema de sus dedos por su marca—. No he dormido muy bien, he estado estudiando para los exámenes finales de la facultad.

Un corazón de mentiras (LIBRO #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora