Capítulo XXVII

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Omnisciente.

Para Enzo, el tiempo había transcurrido demasiado lento cuando aquel candelabro de mental cayó sobre la tarima del escenario en aquel teatro. Todos había sucedido demasiado lento y eso sólo había logrado llenarlo de angustia cuando vio el cuerpo de su omega quedar atrapado entre aquellos metales que le impedían salir a la intemperie.

Los gritos fueron los primeros que se escucharon mientras el alfa pelinegro corría en dirección de aquella tarima en busca de su omega hasta ser apartado mientras todos comenzaban a ser llamadas y otros salían corriendo de aquel lugar tal cual una estampida.

Los policías no tardaron en llegar junto a los bomberos y Enzo solo persiguió la camilla donde se transportaba su esposo hacia la ambulancia que los esperaba afuera, subió junto a él y no soltó su mano en ningún segundo.

Jamás había sido creyente, carajo, ni siquiera creía que existiera un Dios allá arriba, siempre creyó que el ser humano vivía según sus propias leyes con las que nacía y desarrollaba a lo largo de su vida, pero en ese punto de su vida solo pudo cerrar sus ojos y orar por su omega y su bienestar.

El hospital los había recibido, en la parte trasera de él, donde ingresaron a su esposo y a medio camino lo detuvieron para que otorgara los datos correspondientes mientras se encargaban de él, se quedó ahí, mirando como la camilla donde su esposo se transportaba se iba y él sentía la impotencia y la rabia llegar a su sistema, surgiendo las preguntas que se había estado reteniendo todo ese tiempo: ¿Qué?, ¿Quién quería hacerles daño?, ¿Qué estaba sucediendo con su esposo?

[...]

—Señor.

Gael le tendió un vaso de café y Enzo lo tomó antes de darle un sorbo sintiendo el sabor amargo de éste en su paladar. Habían pasado al menos hora y media desde que Matías había sido ingresado en el hospital, Enzo se había encargado de que la noticia no saliera tan pronto hasta saber que su esposo se encontraba bien, además de hacer unas cuantas llamadas para que las personas que lo presenciaron, callaran.

Había estado en la sala de espera todo ese tiempo, habían desalojado la zona del VIP para atenderlo especialmente, no quería exponer la vulnerabilidad de su omega ante el mundo y que éste se pudiese aprovechar de ello. No permitiría que todos se burlaran y aprovecharan de la vulnerabilidad de su omega.

—¿Qué fue todo eso? —pregunto segundos después, levantándose de su asiento y mirando a sus hombres—. ¿Qué mierda salió mal esta vez?

Gael no se inmutó cuando el vaso de café chocó contra la pared manchando el piso. El alfa pasó una mano por su cabello, desesperado y frustrado, desordenándolo mientras gruñía con fuerza y braveza. Sus mangas se encontraban hasta los codos y las venas de sus manos y brazos se resaltaban por la impotencia y la furia que sentía.

El otro alfa en la habitación sabía de lo que hablaba su jefe, habían quedado mal como seguridad, en especial porque su jefe les había ordenado asegurar todo el lugar antes de que la obra de su esposo comenzara y habían fracasado en ello y sabían que recibirían un castigo por ello. No había nada más que le importara a Enzo, que la vida de su omega.

—Revisamos todas las instalaciones antes de que los del escenario empezaran a arreglarlo y decorarlo, señor...no encontramos algún indicio de que esto podría suceder —murmuro Gael moviendo sus dedos inquietos esperando por su salvación–. A excepción de las cámaras de seguridad.

Enzo se detuvo en su andar, quien se encontraba caminando en círculos como un león enjaulado y frustrado. La mirada del uruguayo se quedó sobre el alfa mexicano que había reclutado desde que era un niño para servirle a su familia y a él, Gael se quedó quieto sabiendo lo que esa mirada significaba y suspiro tembloroso sin dejarse notar ante su jefe.

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⏰ Última actualización: Jul 04 ⏰

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Un corazón de mentiras (LIBRO #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora