Capítulo XVIII.

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Enzo.

Cuando lo vi bajar de las escaleras de esa mansión, sentí como mi lobo gruñía y se removía inquieto con cada mirada o con cada paso que daba, la belleza que exudaba era inaudita, su cabello castaño estaba un poco largo y su rostro poseía una piel tersa y suave a simple vista, sin ningún tipo de imperfección y de unos hermosos ojos almendrados. Matías Recalt, su nombre y el nombre que mi padre me había estado repitiendo durante los últimos meses posteriores a este.

Llevaba esa ropa que lo hacía ver elegante y no el chiquillo que había visto hace un par de días atrás, su cintura se acentuaba con el pantalón que llevaba y podía ver apenas la transparencia que su camisa dejaba ver, su aroma a rosas, champán y vainilla se expandió por todo el lugar y era el único aroma que podía olfatear con claridad, envolviendo a mi lobo y engatusándolo con él.

No aparte mi mirada de ese omega, su aroma me seguía a todas partes y me gustaba verlo, mintiendo, era un pésimo mentiroso, podía verlo y su tío y mi padre estaban tan sumergidos en sus propios intereses que no podían ver más allá de lo que Matías les decía. Odiaba su carrera, por no decir su vida.

Detestaba eso, detestaba lo que estudiaba y lo que hacía pero había algo más en él que me inquietaba; trataba de sonreír e interesarse por la charla, sin embargo, era un intento en vano, su sonrisa era falsa, una farsa más y un intento por mentir fallido. Lo vi salir poco después y lo seguí con lentitud minutos después de verlo salir, pidiendo disculpas antes de seguirlo y verlo tratando de tomar aire fresco.

No sabía cómo o cuando, pero sabía lo que provocaba en él cuando me acerqué y lo interrogue. Matías parecía alguien demasiado fácil de leer, era tan transparente que podía ver todo lo que sentía o pensaba, sin contar el hecho de que sabía que su omega me pertenecía, que era mío y que el destino nos había juntado. Cuando se abalanzó y me beso, yo lo sostuve de la cintura, pegándolo a mi cuerpo para intensificar su beso, empujándolo contra la primera pared que encontramos, sujetándolo de su cuello para intensificar aún más su beso, escuchándolo jadear y abrir su boca ligeramente, yo aproveché para introducir mi lengua en su cálida cavidad, dominando la batalla que iniciamos.

Sus dedos se aferraron a mi saco y tiro de él con fuerza, podía sentir lo desesperado que estaba, lo necesitado que parecía estar por un toque, por mi toque. Tal vez su cabeza era dura pero sabía que su omega, me estaba reconociendo, reconociéndome como su alfa.

¿Matías?

Una voz femenina me hizo gruñir cuando Matías salió de su burbuja y me empujó lejos de su cuerpo, separándome de su beso.

Mi lobo gruñó al no sentirlo cerca y no sentir sus labios sobre los míos, antes de apartarme por completo y limpiar el pequeño rastro de su saliva sobre la comisura de mis labios, aparte la mirada de la persona que nos había interrumpido, pase mis dedos sobre mi cabello para peinarlo hacia atrás, antes de girar y encarar a la mujer que nos había jodido el momento.

Una mujer alfa de cabellos oscuros y ojos cafés nos observaba como si hubiese observado el mismísimo infierno frente a ella, no estaba tan lejos de serlo. Vi a Matías jadear y mi ceño se frunció cuando intento acercase a ella buscando algo que yo no entendía.

—Malena —lo escuché decir.

Matías intentó acercarse pero ella se alejó, por completo, alzando ambas manos para detenerlo, yo sonreí con ironía inclinando la cabeza hacia un lado mirándola con incredulidad al verla tan ofendida por lo que había visto.

—¿Q-quién es él? —la escuché preguntar y su mirada se dirigió hasta a mi, por lo que veía en ella sabía que había tocado su ego, un punto demasiado bajo en ella.

Un corazón de mentiras (LIBRO #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora