Capítulo XXIII.

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Un año después.

Matías.

Mi mirada fue hasta el reloj que estaba encima de la pizarra mientras el cátedra terminaba de dar las últimas indicaciones para el proyecto final. El lápiz sobre mi dedo tamborileaba sin control alguno sobre la mesa antes de que el reloj marcara la una y cuarto de la tarde y lo observara cerrar el libro dando por finalizado la clase, un suspiro cansado salió de mis labios antes de guardar todo y meterlo todo a la mochila.

Colgué la mochila poco después de eso y observe como todos comenzaban a salir de a poco antes de encontrarnos con el alboroto en los pasillos de la universidad, la mayoría de los estudiantes salían a esa hora y muchos aprovechaban para largarse a beber o pasarla con sus amigos, mire hacia el lugar donde siempre encontraba a Francisco, pero él ya no estaba ahí, el sentimiento amargo me traspasó.

Llegue hasta la salida antes de encontrarme con sus ojos y su cuerpo apoyado contra su auto, su cabello negro ya un poco largo estaba perfectamente peinado y usaba uno de sus trajes grises, manteniéndose con los brazos cruzados y esa sonrisa ladina que ponía cada vez que me veía, yo sonreí y el cosquilleo en mi marca me hizo llevar mis dedos a ella.

—¿Cómo te fue, chiquito? —su voz profunda atravesó mis oídos cuando llegue a él y sus brazos me envolvieron la cintura, se inclinó para besarme y yo no desistí para que lo hiciera.

—El viejo es un pelotudo, pero me fue bien.

Enzo me miró y yo sonreí con inocencia, a él no le gustaba escucharme decir groserías y yo amaba decirlas.

Un año recién cumplíamos de casados, nos habíamos casado hace un año y hace un año su presencia en mi vida parecía que iba a ser irritante y exasperante, sin embargo, ambos aprendimos a convivir con el otro en un principio y a aprender del otro.

La mañana después de nuestra luna de miel, ambos hablamos y yo me disculpe por lo que había hecho tres meses antes de nuestra boda, así mismo también estuvimos de acuerdo que no cumpliríamos el acuerdo de nuestras familias en dar a luz a un niño para sellar nuestra tratado, al menos no ahora. No sabía si en el futuro yo estaría listo para eso, los niños jamás me gustaron y jamás lo harían, eran irritantes y exasperantes, no sabía que haría yo con un bebé que dependería de Enzo o de mi.

—¿Qué vas a hacer ahora? —sus palabras interrumpieron mis pensamientos y yo lo mire cuando me abrió la puerta de copiloto para que yo subiera, seguía sin poder acostumbrarme a esos actos de caballería.

Subí y suspiró dejando mi mochila atrás—. No se, mi tio me pidió verme hoy por la tarde. Quiere que tomemos algún café juntos, me parece.

—¿En serio? —pregunto Enzo cuando subió de piloto y encendió el motor para sacar el auto del estacionamiento y llevarlo a la carretera principal—. Bueno, entonces te enviaré fotos del teatro y como va, ¿te parece?

Asentí, fingiendo no estar emocionado por eso.

—¿Y qué querés almorzar?

—No se, donde vos queras —le respondí y Enzo asintió poco después.

Enzo había cumplido su parte de darme esa libertad que yo tanto anhelaba y al mes de casados, me cambié de carrera y mi tío no pudo hacer nada para detenerme esta vez, le cedí mis acciones y las acciones de mi padre a Enzo y la empresa familiar tuvo un alza impresionante, sin embargo, mi tío jamás estuvo contento con eso, tampoco le pareció que cambiara la carrera de ingeniería por algo que él creía que no tenía futuro.

Un corazón de mentiras (LIBRO #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora