Capítulo XXV.

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Enzo.

El humo salió de mis labios mientras estaba ahí, parado frente a la cama donde mi esposo dormía, observándolo aferrarse a la almohada que solía abrazar cuando llegaba tarde. No entendía el punto de nuestra relación o si es que podía llamarse así, solo sabía que yo estaba loco por él. Haría cualquier cosa por él, hasta matar si él me lo pidiera.

Habían pasado tres años desde nuestro matrimonio, estaba por culminar su carrera y ahora estaba empezando el auge de ella. Se estaba convirtiendo en el actor que él siempre quiso ser, lo había conocido tan bien durante todo ese tiempo que me era inevitable no encontrar todo de él tan fascinante. Matías no lo sabía, pero era más que fascinante, era extraordinariamente solitario, una joya preciosa entre un montón de piedras.

Solo que él no podía verlo.

Lo había visto en sus momentos de estrés, de ansiedad y terquedad. No sabía nada de actuar o algo que no estuviera relacionado con mis empresas o el negocio, pero siempre había tratado de ayudarlo, cosa que yo jamás hacía. Mi instinto lo protegía y lo acogía en mis brazos pero sabía que no solo era el instinto, era yo y eso estaba volviendo loca a mi cabeza.

Matías era mío. Siempre lo había sido, porque yo siempre lo había mirado incluso antes de que nuestras familias orquestaran nuestro matrimonio.

Solo que él jamás me vio.

Deslice el cigarrillo de mis labios cuando le di otra calada y cambie mi mirada a la luz de la luna, la madre solitaria de todos, la que veía cada secreto desde su preciosa altura. La única que sabía mis secretos, mis perversidades y mis obsesione, porque nada de lo que sentía era sano.

No era la primera noche que pasaba sin dormir, mi insomnio había aumentado durante los últimos meses y no tenía explicación del porqué, pero si podía sentir que algo no marchaba bien o no comenzaría a marchar bien, también era la ansiedad y la fatiga que sentía durante el día o los repentinos deseos de darme unos atracones con la comida. Todo eso estaba alterando mi sistema y me volvía cada vez más irritable, excepto con alguien, el único que podía calmar el mal humor de mi lobo cada vez que lo veía.

Pero era algo dentro de mi cabeza que me decía que había algo detrás de todo esto, algo mucho peor de lo que podía pensar.

Cuando decidí mudarnos a Estados Unidos, Matías no estaba de acuerdo pero no podía negarse, estaba contra la espada y la pared. Y yo más, cuando vi esas fotografías donde esa sombra inexplicable y a la que seguía buscando, estaba ahí.

—¿Señor? —los toques en la puerta fueron suaves y mi mirada fue hasta Gael, quien se encontraba asomando la cabeza por ahí.

Apague el cigarrillo en el cenicero y camine hasta él, saliendo de la habitación para no molestar a mi omega y lo mire con atención.

—¿Pasa algo? —pregunté metiendo mis manos en los bolsillos de mi pantalón y lo vi asentir, mi ceño se frunció e incline mi cabeza hacia un lado—. ¿Qué pasa?

—Creo que hay algo que no está bien, señor. Tiene que verlo usted mismo.

Asentí cuando lo vi darse la vuelta y guiarme hasta la parte baja de la mansión donde vivía junto a Matías, caminando hasta el jardín y guiándome hasta la casa de seguridad que estaba ahí, donde la mayoría de mis guardaespaldas se encontraban. Ahí tenían todo el sistema de seguridad que había creado para proteger cada lugar donde estaba Matías, tal vez me había vuelto un poco obseso pero no podía dejar que corriera peligro mucho menos cuando su vida había sido confiada en mis manos, menos cuando él me pertenecía.

El frío de la noche me golpeó pero no me inmuto, solo lo seguí hasta ingresar a la casa y mirar a los guardias observar las computadoras. Fruncí el ceño cuando vi las pantallas en azul.

Un corazón de mentiras (LIBRO #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora