Capítulo XII.

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Matías.

—Mátame. ¡Mátame de una puta vez!

Niego. Me niego a hacerlo pero tengo la sensación de querer hacerlo, solo veo unos labios que me sonreían con crueldad mientras la sangre baja por mi mejilla manchando la suya de ese carmesí espeso.

—P-por favor —sollozo y la persona frente a mi me toma de las manos, donde sostengo la roca ensangrentada pero no se si esa sangre es mía o de quién me atormenta—. P-para por favor...

—Vas a matarme. Es lo único que harás, maldito cobarde.

Niego, llorando, asustado y agitado. La risa se extiende y yo sollozo más.

—¡Mátame!

—¡NO!

El grito sale de mi boca y mis ojos se abren de golpe cuando esa voz distorsionada vuelve a escucharse una vez más dentro de mi cabeza y creo que cada vez me estoy volviendo mas loco. Me doy cuenta casi de inmediato que no hay nada y solo siento unas fuertes manos sosteniéndome y una mirada asustada que me mira tratando de entender que es lo que sucede conmigo, yo tampoco lo sé y eso me vuelve loco.

—Matías... —la voz de Enzo es lo único que escuchó y mi mirada llena de lágrimas se fija en él.

Quiero llorar, quiero largarme y quiero gritar. Todo me está volviendo loco, tengo recuerdos que no son míos, tengo alucinaciones que no debo tener, toda mi locura había empezado desde el día uno en que firme ese contrato y decidí aventurarme a esta mierda de pesadilla que había estado viviendo los últimos dos meses.

Cada vez, cada día, cada noche eran constantes las alucinaciones con ese fantasma, en mis sueños cada vez me asesinaba, cada vez me perseguía y comenzaba a creer que eso era mi castigo por enamorarme de alguien de quien no debía hacerlo.

Que Matías Recalt. El verdadero Matías Recalt me estaba castigando.

—¿Estas bien? ¿Pesadilla?

Empuje sus manos fuera de mi cuerpo, limpie mis lágrimas lo más rápido que pude y pase una mano por mi cabello. Enzo me estaba volviendo loco, ya no solo eran las noches de sexo lo único que nos unía, era su mirada, su tono de voz, sus abrazos fuertes, su toque, su solo toque me volvía loco. Su sola presencia también y su falta de respuestas.

—Esto no está bien, Enzo —lo mire con los ojos atormentados—. Nada de esto, éste no es mi lugar, no me llamo Matías Recalt, mi apellido es Bianchi...no Recalt.

La mirada de Enzo cambió y se volvió fría, gélida y dura, como si mis palabras no le gustaran, no lo hacían pero yo ya me estaba volviendo loco con cada día que pasaba. Con cada sangre que parecía gotear de mis manos. Con cada caricia que disfrutaba y sabía que no era mía.

—Eres Matías Recalt —su tono fue seguro, seco y duro. Yo negué.

—¡Bianchi, ese es mi apellido! —lo mire y él se bajo de la cama, vistiendo sus pantalones chandal—. Por una vez, dime que ese es mi nombre, por una vez. ¡Enzo, por una vez!

Él negó—. No, jamás lo haré. Tu nombre es Matías Recalt.

—¡No! —exclamé frustrado—. Bianchi, ese es mi verdadero apellido, no trates de borrarlo...no trates de borrarme, por favor.

«Mírame por quién soy, no por quien parezco» las palabras se quedaron atoradas en mi garganta.

Enzo se giró de golpe, enfrentándome y yo me detuve a medio caminar cuando me baje de la cama para seguirlo, él se acercó a mi, con esa aura intimidante y ese peligro que emanaba, yo di un paso hacia atrás pero Enzo fue más rápido que yo para alcanzarme y tomarme del brazo, pegándome a su cuerpo. Quería llorar.

Un corazón de mentiras (LIBRO #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora