Capítulo XXVI

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Matías.

Mi reflejo se posó frente a mi mirada una vez más antes de deslizar mis dedos sobre la pequeña curva que se podía apreciar apenas en mi vientre; llevaba unas semanas y no había un gran cambio que no fuese nada más que mi aroma y mis náuseas vespertinas que solían darme, aún no quería decírselo a Enzo, aunque llevaba semanas pensando como lo haría y como se lo diría.

Enzo no había dicho nada sobre tener bebés, desde que yo le mencioné que era muy prematuro para hacerlo cuando éramos unos recién casados, ninguno de los dos volvió a sacar el tema hasta ahora que seguramente nuestros métodos habían fallado y ahora yo estaba en cinta. Pensarlo era un dolor de cabeza.

No sabia cómo reaccionaría, tampoco me servía imaginarme los posibles escenarios, no hasta que lo hiciera de una buena vez.

—¿Señorito Vogrincic? —la voz de Olga apareció detrás de mi y baje rápidamente mi camisa y acomode mi ropa antes de girar y verla abrir la puerta.

—Dime —murmure tomando mis cosas.

—El auto ya está listo, Gael lo está esperando abajo para llevarlo a su trabajo.

—Claro, en un rato bajo —sonreí y Olga asintió antes de desaparecer de mi vista.

Pronto sería la obra para la que estaba trabajando, sus funciones empezarían y debía perfeccionar todo, era así. Siempre había sido igual de perfeccionista, además de ayudar a mis alumnos a seguir sus guiones y a mejorar sus expresiones y arreglar hasta el último detalle.

Como dije, en un rato más, baje y camine hasta las afueras de la mansión donde Gael ya me esperaba en la Mercedes, se bajo y me abrió dándome entrada rápida y me deslicé sobre los asientos antes de indicarle que condujera, me apoye sobre el asiento y por inercia, mi mano terminó sobre mi vientre, mis dedos acariciándola con ligereza.

Una sonrisa inconsciente se dibujó en mi rostro y sabía que si mi yo de hace tres años y medio atrás me viera de esta forma, seguramente se reiría o me abofetearía por no querer abortar; jamás deseé bebés o hijos, cuando estaba en mi relación con Malena, ninguno de los dos quería bebés, pero al parecer mi pensamiento había cambiado cuando me encontré con Enzo y...bueno, me casé con él y las cosas sucedieron por naturaleza.

Gire mi mirada hacia la calle cuando Gael entro al centro y suspiré al ver el cielo nublado, deslice mis dedos sobre mi vientre y sonreí un poco, pero la paz que sentí se esfumó cuando mire hacia la ventana y me topé con un chico con una sudadera y encapuchado de un color negro, parado sobre la vereda de la calle mientras el semáforo se ponía en rojo.

Pero no solo fue la impresión que me dio verlo ahí, sino sus ojos...iguales a los míos.

[...]

—¿Matías, estas bien? —parpadee por segunda vez y voltee a mirar a mi alumna quien me sonrió apenada y yo traté de sonreír.

—Sí, sí, ¿qué pasa?

—Elton pregunta si lo hizo bien, desde hace cinco minutos pero usted no responde.

Mire hacia el morocho que se encontraba parado a unos metros de mi y sentí mis mejillas mancharse de rojo cuando la vergüenza me inundó y me di cuenta de que no había estado prestando la atención necesaria sobre mi clase.

Cruce mis brazos y carraspee un poco incómodo y lo mire.

—Si, pero tomaremos un pequeño descanso. Luego volverás a hacerlo para perfeccionar los detalles que te hacen falta, ¿estas de acuerdo?

El morocho asintió con una pequeña sonrisa y yo asentí antes de mirar a los demás y darles su pequeño descanso; camine hasta las sillas del teatro y tomé asiento sobre uno de ellos. Esos ojos seguían persiguiéndome desde que entre al teatro. Esos ojos fríos y vacíos.

Un corazón de mentiras (LIBRO #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora