Capítulo VII.

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Enzo.

Dos semanas después de haber llevado a Matías a mi casa, habíamos comenzado a convivir con el otro y aunque me jodiera tanto el hecho de lo rebelde que podía llegar a ser, había aprendido a sobrellevarlo aunque el deseo de palmear su culo cada vez que renegaba o decía pelotudeces aumentaba con cada mala acción que hacía.

Lo sabía todo, sabía todo lo que hacía en el día y con quien se la pasaba mayormente, Olga estaba al tanto de eso y se lo agradecía, era de las pocas que sabían la verdad detrás de toda esta tetra y no me cuestionaba, no lo tenía permitido porque eran mis decisiones y mi juego entero.

Mis dedos tamborilearon sobre la mesa frente a mi, los inversionista hablaban sobre invertir en una reubicación que pronto se daría acabo, ganaría millones de dólares al mes pero sabía cómo eran y en lo que se convertían, mi padre me lo había enseñado todo desde que era joven por lo que ir un paso adelante de ellos, me convertía en alguien más poderoso.

La reunión acabó minutos después y la sala se vació en cuestión de segundos, despidiéndose unas a otros y despidiéndose de mi, los vi salir a cada uno de ellos antes de ponerme de pie y salir de la sala de juntas encontrándome con la mirada de Antonio, uno de mis guardaespaldas y quizá el más cercano, nos habíamos conocido desde que ambos éramos jóvenes y mi padre lo había puesto a disposición mia desde entonces.

—Señor —camine por el pasillo hasta llegar a mi oficina y me quite el saco una vez que estuve adentro, mirándolo.

—¿Gael esta con Matías? —fue lo primero que pregunté y Antonio asintió poco después—. ¿Lo amenazaste con callarse la boca, no?

Antonio sonrió un poco—. Él no está de acuerdo con todo lo que está haciendo, señor, pero entiende su posición así que dudo que vaya a abrir la boca.

—Perfecto.

Gael, era un guardaespaldas y era el que menos de acuerdo estaba con todo lo que yo estaba llevando acabo sobre mi vida y mi matrimonio, no sabía si es que no quería o no parecía entenderlo por completo, pero no podía decirme nada ni hablarme de moral para echarme atrás y mandar todo a la mierda con lo que llevaba haciendo durante meses.

—Decile que le informe a mi omega sobre la fiesta que se llevará acabo esta noche.

Antonio asintió pero se detuvo, su mirada fue hasta a mi y supe que había algo que no andaba bien con todo, dejé los papeles de lado y lo mire.

—¿Tenés algo que decirme? —pregunté y Antonio asintió.

—Sobre Matías, señor...el otro Matías.


[...]

Matías.

Los días habían pasado largos dentro de aquel lugar, cada día leía al menos una página de lo que Enzo me había dado y a la vez, tenía que aprender a ser un padre para Lio. No era complicado, Lio era un amor y era demasiado tranquilo, tal vez tenía un apego conmigo, excuse que era por la falta que su verdadero padre le había hecho, incluso respondía a mis estímulos y caricias, habiendo leído algunos libros que me ayudarán a entenderlo cuando ni siquiera me gustaba leer.

Había descubierto que Enzo se había casado con Matías Recalt cuando éste tenía diecinueve y él veintisiete años, su tío lo había arreglado, al parecer por algún negocio o unión importante, Recalt quedó huérfano, desde que era niño y estuvo a cargo de su tío hasta la mayoría de edad y cuando se casó con Enzo, estudiaba ingeniería por su tío y sus presiones pero cuando se casó con Enzo, decidió estudiar artes y poco después se hizo socio de su propio esposo, creando un teatro nacional con sus apellidos en el centro de Buenos Aires.

Un corazón de mentiras (LIBRO #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora