Capítulo 7

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Aclaraciones: la portada e imágenes adjuntas me pertenecen.

。・ 。 宿儺 。・ 。

Era tarde para cuando Yuji Itadori hubo acabado su cena, prácticamente en silencio y sin apenas despegar los labios para meter la comida en su boca, pues estaba absorto en otras cosas. Con la mano que no usaba para sujetar los palillos, iba pasando las hojas del libro que había tomado prestado de la biblioteca. Inmerso en la lectura, apenas se daba cuenta de lo tarde que era, hasta que se levantó del suelo y notó el cansancio de todo el día.

Apartó la bandeja vacía de comida afuera de la habitación, para que el servicio no lo molestase al día siguiente, y se tumbó en la cama sin cambiarse de ropa. Sentía todo el cuerpo pesado que ni ganas tenía de darse una ducha antes de dormir, como solía hacer. El libro descansaba a su lado, en la mesita de noche. Quiso seguir leyendo un rato más pero ya estaba forzando la vista con la escasa luz de la vela que se terminaba de consumir justo al lado.

Ya con todo a oscuras, se aventuró a cerrar los ojos una vez más, curioso por los sueños que tendría esa noche. Y como otras tantas, Yuji los volvió a abrir en medio de aquel lago oscuro. Sus pasos volvían a resonar en todo el espacio, ahora podía apreciar como el bajo de sus ropajes estaba manchado con la sangre que cubría el suelo.

—¿Dónde estás? —murmuró más para él mismo que para llamar a su compañero de sueños.

Y como si lo hubiera invocado, el trono de huesos surgió delante suyo. El hombre lo observaba con gesto aburrido, la palma de su mano sujetando el mentón.

—¿Me echabas de menos, mocoso?

Otra vez esa voz llena de burla. Itadori se atrevió a levantar la mirada hacia lo alto, pero solo pudo chocar contra esos ojos rojos, nada más. Aún así, su presencia imponía respeto y cierto temor a partes iguales.

—Un poco —se encogió de hombros.

Tantas noches, tantas horas hablando. O más bien él hablando en voz alta y contándole cosas, era casi como su confidente más íntimo. O se le daba genial escuchar o simplemente no tenía nada mejor que hacer, pues a veces pronunciaba algún monosílabos cuando Yuji le preguntaba algo sobre su existencia, esquivando dar cualquier dato que pudiera dar a conocer demasiado.

Para el muchacho era casi como hablar consigo mismo, una voz interior con la que te encuentras en sueños para repasar todo lo ocurrido horas anteriores, una presencia que le hacía olvidar lo solo que se sentía. Pero él no era eso, no podía proporcionar ese consuelo que necesitaba. Tal vez le había contado demasiadas cosas privadas, cosas que no debería compartir con un ser maligno —y que él ignoraba.

—Hoy ha sido un día extraño —dijo en voz alta, apoyándose en la pila de huesos como solía hacer.

—¿Extraño?

Yuji enarcó una ceja, normalmente su extraño amigo nunca se interesaba por él, no solía preguntar más allá de lo que él contaba y mucho menos mostrar curiosidad.

—Si, extraño —hizo una pausa, sin saber si debía hablar del tema— Uraume insinuó que debía buscarme un amante.

—¿Un amante? ¿Por qué razón?

—Vaya, hoy si estás hablador —bromeó, mostrando una pequeña sonrisa.

—Responde —ordenó, y no tuvo que repetirse.

—Pues... para relajarme y bajar el estrés —dijo Yuji, cambiando su tono de voz a uno más tenso.

Ya no estaba tan cómodo como antaño, se levantó de la pila de huesos y su idea era ponerse a pasear por aquel macabro lugar hasta que se despertase al día siguiente. Pero no pudo, porque sus pies nunca tocaron el líquido rojo del suelo, en su lugar apareció frente al trono de huesos.

Run, little boy (SukuIta)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora