Capítulo 4

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Aclaraciones: la portada e imágenes adjuntas me pertenecen.

。・ 。 宿儺 。・ 。

—Vamos, tenemos un día largo por delante.

Uraume lo sacó prácticamente a rastras de la habitación después de asegurarse de que estuviera despierto. Pese a haber dormido casi del tirón toda la noche, Yuji sentía un pesado cansancio sobre sus hombros. La mitad de sus sueños se transformaron en pesadillas tras presenciar aquellos ojos rojos en medio de su incosciencia. Tenía la extraña sensación de que aquello era un mal presagio.

El hombre lo condujo por interminables pasillos, todo el que se cruzaba agachaba la cabeza en señal de saludo y respeto, hasta llegar a uno más amplio, lleno de decoraciones por todas partes. Era inevitable admirar aquellos ricos bustos de mármol colocados en hilera, dando la bienvenida a una enorme sala que olía a antigüedad que abrumaba su olfato.

Ante él se abría un corredor repleto de muebles de madera, interminables mesas y estanterías llenas de libros y más libros, papiros, pergaminos y demás manuscritos. Pero seguramente lo que más destacaba era la capa de polvo que cubría alguno de ellos y el que estaba suspendido en pleno aire. Yuji tuvo necesidad de estornudar pero arrugó la nariz y se aguantó.

—Siéntate —le ordenó Uraume, buscando algo con la mirada.

El muchacho se dirigió a la primera mesa, la más cercana, y sacó la silla entre sus manos temblorosas, temiendo no tener fuerza suficiente para levantarla. Pero se sorprendió por el liviano peso, cuando puso su trasero encima sintió que el mueble temblaba un poco, no estaba en sus mejores condiciones. Se preguntó por qué aquel sitio no tenía tan buen mantenimiento como el resto de la mansión.

—Es la biblioteca privada del Amo —explicó Uraume casi como si le estuviera leyendo la mente.

—¿Aquí estudiaré? —preguntó Yuji, decidido a acabar con sus dudas pero temeroso de que el hombre le diera una mala mirada.

Uraume no le contestó, en verdad casi se había olvidado de su presencia mientras paseaba por las estanterías, acariciando los lomos de varios libros y agarrándolos en una pila sobre su mano. Luego se acercó a la mesa de Yuji y dejó caer todo el peso muerto frente a él. El joven no pudo evitar toser con la cantidad de polvo que se había levantado.

—Tendrás que leer todo esto sí quieres empezar a entender un poco de política —señaló a la enorme pila de libros que le había dejado delante.

El muchacho no protestó pero tampoco hizo el amago de tomar uno y leerlo.

—¿A qué estás esperando? —lo apremió el hombre, impaciente.

Yuji aguantó el suspiro, agarró el primer libro, viejo y maltratado que pudo, y con cuidado lo abrió frente a él. Esas hojas parecían deshacerse en sus manos si no tenía el cuidado suficiente.

—Léeme el primer párrafo —señaló Uraume con la cabeza.

—La... nación... de Jap-Japón —dijo en voz alta Yuji, moviendo el dedo a medida que avanzaba— ...se creó... hace...

—Suficiente —negó el mayor, con un tono algo más hostil— No sé por qué me ilusioné pensando que al menos sabrías leer.

Esto hizo que el chico se removiera en su asiento. No le gustaba contestar a un adulto pero no permitiría que siguiera humillando a su familia.

—Yo no tengo la culpa de ser pobre.

—Ese comportamiento solo hará que tu cabeza acabe rodando por tanta impertinencia —informó el sacerdote entre dientes.

Run, little boy (SukuIta)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora