Capítulo 25

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Aclaraciones: la portada e imágenes adjuntas me pertenecen.

。・ 。 宿儺 。・ 。

Misteriosas desapariciones, asesinatos macabros y cadáveres desfigurados, ese era el resumen de lo que le había narrado Junpei antes del amanecer. El pueblo llevaba años sumido en un aura de mala suerte y muerte, y al parecer nadie podía escapar de ello, es como si un parásito se aferrase a la vida de los habitantes y fuese chupando su esencia poco a poco hasta dejarlos secos, sin vida.

Yuji, tras descubrir la verdad, no podía negar su ayuda, así que pidió a Junpei que marchase a casa con su abuela y él iría a investigar el bosque para ver si encontraba alguna pista sobre su siniestro atacante. El asunto le daba mala espina. Caminó de regreso al bosque y pescó todo lo que pudo para llevárselo a la familia que lo había acogido sin tener apenas para ellos, era su manera de devolver el favor hasta que todo se solucionase, estaba seguro de poder con ello.

Pero su compañero de cuerpo lo dudaba. Y es que Sukuna, bajo su atento ojo de demonio más que experimentado en la vida, sabía que esos dos tenían los días contados, entendiendo los esfuerzos de Yuji como inútiles. No iba a detenerlo, aunque sí aconsejarlo. Así hizo cuando el chico cayó dormido después de llevar dos días sin apenas pegar ojo, por suerte la energía de Sukuna era más que suficiente para que ninguna amenaza acechase a su querido humano entre el bosque.

Sukuna lo invocó y dejó descansar un largo rato en su área innata. Mentiría si dijera que no anhelaba observar su sueño tan de cerca. Tomó la cabeza de Yuji y la acomodó en su regazo, ambos en el porche de lo que una vez fue el castillo del Emperador de Tokio. Parecía otra de esas tranquilas mañanas cuando Uraume despertaba al muchacho de cabellos rosados para proseguir con su particular entrenamiento. Los pájaros cantando, la brisa meciendo las ramas de los árboles cercanos, multitud de aromas. Ya nada de eso existía.

—¿Dónde estoy? —murmuró Yuji adormilado, abriendo los ojos para descubrir a Sukuna acariciando sus facciones con cuidado.

El demonio pareció incorporarse, avergonzado de ser cazado in fraganti, arrepentido de no haber podido disfrutar un poco más de su intimidad. Observar a Yuji dormir le parecía tan fascinante, aunque fuera lo más básico.

—En mi dominio.

El joven Itadori se sentó a su lado, admirando el paisaje con una clara nostalgia en sus ojos tristes, luego tornó su mirada hacia la maldición.

—¿Crees que soy alguien al que merece la pena salvar? —preguntó esa voz profunda mostrando una perfecta hilera de dientes afilados.

—Sí.

Sukuna se carcajeó mientras se cruzaba de brazos, observando atentamente a su humano preferido, se relamió los labios. Definitivamente daba igual lo que dijera o hiciera, nunca lo decepcionaba.

—Pienso que tú también puedes lograr buenas acciones.

—¿Cómo qué? —alzó una ceja rosada.

—Ayudándome con todo el asunto de la familia de Junpei y los misteriosos asesinatos.

La maldición chasqueó la lengua, sabía que tarde o temprano haría su petición. Los ojos de Yuji eran serios y escrutaban sin miedo cada centímetro de la expresión de Sukuna, así que no podía mentir. Burlarse también sería tomado como una falta de respeto. Se aclaró la garganta poco después.

—Accederé si hacemos un trato.

—¿Qué tipo de trato? —Yuji no terminaba de confiar en él, razón no le faltaba.

Pero por una vez las intenciones de Sukuna no eran por puro egoísmo y ansia de poder, aunque puede que sí fuera pensando en sí mismo, más bien en no perder lo que más anhelaba a su lado.

Run, little boy (SukuIta)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora