Capítulo 16

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Aclaraciones: la portada e imágenes adjuntas me pertenecen.

。・ 。 宿儺 。・ 。

Las semanas volvieron a pasar, la nieve de las montañas lejanas comenzó a derretirse, llegó el buen tiempo. Los pájaros estaban especialmente cantarines esa mañana, cuando Yuji salió de la cabaña de los Zenin a recoger agua al río.

El camino por el bosque era tranquilo, corría una suave brisa que despeinaba su cabello. El joven se crujió el cuello y siguió su paseo con el cubo en la mano, tal y como solía hacer todas las mañanas.

Tal vez llevaba dos meses en casa de Megumi, pero había perdido la cuenta. El muchacho se encargaba de traer todo lo necesario para que pudieran sobrevivir, a cambio sólo pidió a Yuji que cuidara a su hermana, que aceptó sin dudar.

Tsumiki Fushiguro era una persona muy tranquila, si bien su enfermedad no le permitía levantarse de la cama, Yuji sabía que tenía buen corazón. Se ocupaba de alimentarla o acompañarla a hacer sus necesidades, e incluso con el tiempo y la confianza, ayudaba en su aseo personal a petición de su hermano pequeño. Itadori se sentía profundamente agradecido con ambos, porque no lo hubieran delatado y por toda la ayuda que le estaban dando.

Pero eso no era todo, Megumi era hechicero, tal y como supo desde el momento en que le vio invocar a un animal. Entonces Yuji le preguntó si podía enseñarle a hacer esas cosas.

—Es una técnica heredada de mi clan. O naces con ello u olvídate —negó él ante su petición.

—Pero, ¿todos los chamanes son de un clan? O hay alguno mediocre.

—Bueno, no todos tienen técnicas heredadas. Las más conocidas son las de las Diez sombras de mi clan, la técnica de sangre de los Kamo o los Seis ojos de los Gojo —siguió explicando— En tu caso, podrías aprender a usar la energía maldita como cualquier otro, pero requiere entrenamiento.

—Por favor —repitió Yuji con la cabeza baja.

Megumi suspiró en alto ese día pero aceptó igualmente. Era rutina entrenar físicamente y luego comenzar con las clases sobre hechicería. Primero empezó con lo básico, qué eran las maldiciones, la energía maldita, los exorcismos...

—¿Desde cuándo empezaste a ver cosas «raras»? —dijo Megumi una mañana, haciendo un gesto con los dedos.

—No recuerdo exactamente, pero fue hace meses. Creo que cuando entré al castillo... —respondió Itadori, haciendo un esfuerzo por pensar.

—Interesante —murmuró el moreno— Algo despertó tus poderes.

Yuji sabía la respuesta, era su conexión con Sukuna lo que había provocado todo. Megumi no quería decirlo en alto, pero notaba en él una enorme energía maldita, casi como un pozo sin fondo. Sabía que su naturaleza era malvada, pero parecía poder controlarla. No le dio demasiada importancia más allá de enseñarle a usarla.

—Piensa que es agua fluyendo en tu interior.

—Mmm... —se intentó concentrar, a veces en vano.

Y semanas después, ya en la actualidad era capaz de hacerla salir. Sus puños se envolvían con un aura color rojizo que solo podrían ver las personas entrenadas en hechicería. Yuji se sintió tan orgulloso de sí mismo, tal y como el día que aprendió a manejar la katana en el castillo.

Después de un rato de caminata y sumergido en sus pensamientos, llegó al río, que fluía calmado en medio de la montaña. A lo lejos pudo ver a Megumi sentado en una piedra y mirando el agua absorto en sus asuntos. Corrió saltando de piedra en piedra hasta dar con él. Charlaron animadamente un rato, hasta que ambos se fundieron en un largo silencio que Yuji quiso interrumpir.

Run, little boy (SukuIta)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora