Capítulo 9

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Aclaraciones: la portada e imágenes adjuntas me pertenecen. Leve contenido sexual.

。・ 。 宿儺 。・ 。

—¿Quiere que le relaje aún más?

¿Había escuchado bien? Yuji no sentía los oídos taponados como para confundir lo que le había comentado Yuko. Parpadeó un par de veces confuso pero cuando quiso añadir algo a lo anteriormente dicho, sus labios habían sido silenciados. En concreto, estaba siendo besado por la mujer.

Itadori quiso apartarse al instante, como si ese contacto quemase, pero ella había rodeado su pecho con ambos brazos, evitando cualquier movimiento e ignorando que sus ropas se estaban mojando también. Tuvo que reconocer que no era una sensación precisamente amarga, sin duda su primer beso fue bastante más agradable de lo que jamás pensó.

Yuko besaba con toda calma, cuidado y delicadeza posible, abría los labios contra el chico una y otra vez, buscaba profundizar aún más. Pero Itadori era tan torpe, en un momento que intentó apartarse para hablar, ella pudo colar su lengua dentro y juguetear aún más.

No quería reconocerlo, pero todas esas caricias y ahora el beso había despertado una parte de él que pensaba dormida, que estuvo ignorando desde que inició su adolescencia. Buscar pareja o enamorarse nunca fue una de sus prioridades, al contrario que su padre —que se casó y le tuvo a él a temprana edad—. Estaba más preocupado por seguir vivo un día más que todas esas nimiedades perdían importancia.

Pero ahora todo había cambiado. Ya no volvería a la calle a pasar hambre, ya no volvería a vestir ropa pobre y rota, a dormir entre cucarachas y ratas... Ahora era poderoso, concretamente una de las personas más poderosas de Japón, y uno de sus deberes una vez alcanzase el trono era dejar descendencia. Tal y como se había encargado de explicar Uraume una y otra vez.

Tendría que comprometerse con alguna mujer noble, casarse por todo lo alto y tener numerosos hijos, fingir el resto de su vida en un matrimonio sin amor alguno... Él, que siempre vivió acorde a sus principios, sentía todo aquello como una cárcel. Pero realmente existía ajeno a la realidad, creyendo todo el teatro montado alrededor de su coronación.

El Emperador no había elegido a un heredero, si no a un recipiente. Un contenedor capaz de almacenar un poderoso ser en su interior, un monstruo inmortal que antaño había desolado Japón por cientos de años hasta que los hechiceros más fuertes lograron sellarlo en un cuerpo humano y hacer un trato con él.

Podría mandar sobre todo por tantas generaciones como deseara mientras no trajese más calamidades al país. Y una vez cerrado el pacto, los humanos fueron pereciendo y olvidando quien les había gobernado todo ese tiempo, hasta la actualidad. Uraume era el único que conocía la realidad —tampoco era mortal—, y lo trataba tan bien pues al final era un simple cordero de camino al matadero.

El recipiente actual del Emperador estaba marchitándose, casi exigiendo su funeral tanto tiempo evitado. Itadori era el elegido, un muchacho fuerte, con carácter, salvaje, impasible, honesto, a veces terco pero indomable. Simplemente perfecto bajo sus ojos.

Era tiempo de realizar la asimilación —el ritual para transferir la conciencia del Emperador al nuevo contenedor—, por ello Uraume se había marchado de allí para preparar todo, pero aunque él solo seguía órdenes, el artífice de todo aún no estaba convencido de seguir con todo eso. Su fiel servidor se encargó esos meses atrás de preparar al chico para que estuviera en las mejores condiciones físicas e intelectuales, y con su edad podría asegurar mucho más tiempo al ser.

Sin embargo, el demonio se divertía cada noche invadiendo los sueños del muchacho una y otra vez, escuchando sus pensamientos más profundos, sus deseos más oscuros, sus penas más dolorosas, sus anhelos más urgentes... Tanto que había creado una especie de vínculo con él de lo más extraño, añadiría posesivo. Él era suyo.

Run, little boy (SukuIta)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora