Capítulo 30. Final

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Aclaraciones: la portada e imágenes adjuntas me pertenecen. Contenido sexual. Hay un spoiler del manga de los últimos capítulos.

。・ 。 宿儺 。・ 。

Los cuatro ojos rojos del demonio le devolvieron la mirada, era como asomarse a un vacío infinito del cual tenías la certeza de no salir con vida.

—Llevo tanto tiempo queriendo escuchar eso, mocoso.

Sukuna usó sus brazos inferiores para acomodarlo en su regazo con cuidado, Yuji no pudo evitar soltar un gemido cuando se rozaron. Sus piernas y brazos temblaban, pero no por miedo, si no por nerviosismo. La mirada de la maldición era diferente, ya no lo observaba como un pedazo de carne que llevarse a la boca, había algo más tras esos orbes rojos.

Había manifestado parcialmente su forma original, aún no tenía el entrenamiento necesario para hacerlo completamente, pero el día que lo lograse Yuji acabaría cayendo en la locura por todo el placer que le podía proporcionar de esa manera, si es que era capaz de aguantarlo, claro. Pero para entonces, debía entrenar mucho más su uso de la energía maldita. Aún quedaba un largo camino que recorrer juntos.

—Te pareces tanto a él... —dijo en alto mientras acariciaba la mejilla de Yuji lentamente. Estaba hablando solo.

—¿A quién?

—A Jin.

—¿A... mí padre? —Yuji arrugó la frente—. ¿Lo viste en mis recuerdos o lo conociste?

No. Era imposible... Jin jamás había tenido nada relacionado con la realeza. Y si fuera el caso, desde luego que no les hubiera dejado pasar hambre.

Sukuna suspiró, nadie sabía aquello, pensaba guardar el secreto hasta la tumba, pero creyó que el joven Itadori merecía conocer la verdad. Al fin y al cabo él era una parte importante de todo.

—Te contaré una historia —respondió Sukuna a aquel enigma, inclinó su cabeza hasta tocar frente con frente y transmitir sus recuerdos—. Hace muchos años, fui a la guerra junto a mí familia. Mi bando perdió, de milagro sobreviví. Y lo que tuve que hacer... No me enorgullezco.

Imágenes borrosas representando lo que Sukuna narraba aparecieron en la cabeza de Yuji. Alguien le gritaba, se tiraron al suelo, explosiones por doquier, cadáveres, sangre, un olor nauseabundo. Y ahí lo vio. El rostro de su padre, moribundo. Sukuna lo cargaba en brazos, tambaleándose. No iba a permitir que la única familia que lo había querido acabase así.

Pero nada salió como deseaba. A días de cualquier campamento cercano, sin armas, sin provisiones ni medicinas, Jin murió en brazos de su gemelo. Sukuna se pasó horas apartando las moscas y cuervos que intentaban saciar su hambre con los cadáveres del campo de batalla, hasta que se derrumbó y quedó inconsciente.

—Lo que ocurrió después, no necesitas verlo, es desagradable —negó Sukuna, sacándolo de sus recuerdos.

Yuji apretaba tanto los labios que se habían puesto completamente blancos, no sabía qué decir. Su padre —el que él había conocido—, era en realidad la reencarnación del hermano de Sukuna, que vivió cientos de años atrás. Era una noticia difícil de asimilar.

—Entonces nosotros... —empezó la frase, pero no pudo continuar.

—Somos familia —sentenció Sukuna.

—¿Por eso me elegiste?

—Lo supe en cuanto te vi. Los mismos ojos, la misma personalidad. Sois tan parecidos —respondió con cierta nostalgia.

Sukuna amaba a su hermano, era demasiado obvio. Jin fue la única persona que supo entenderlo, por algo dicen que los gemelos están conectados. Y esa misma conexión sintió en cuanto conoció a Yuji. Daba igual el paso del tiempo, su enfermo corazón latió desbocado al escucharlo hablar por primera vez. La curiosidad se transformó pronto en deseo, y el deseo en una razón egoísta para mantenerlo a su lado para siempre. Nadie más le arrebataría lo que era suyo por derecho.

Run, little boy (SukuIta)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora