Capítulo 29

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Aclaraciones: la portada e imágenes adjuntas me pertenecen.

。・ 。 宿儺 。・ 。

Las sandalias de madera comenzaban a ser incómodas para sus pequeños pies. Tantas horas andando a través del bosque y la montaña, Yuji llegó a un pequeño valle que se abría ante sus ojos.

Sorprendido por la belleza del paisaje, disfrutó cada segundo de aquel lago con agua cristalina justo en el centro, trasparente hasta reflejar las nubes como un espejo. Los pájaros cantaban felices, la vegetación olía tan bien. Unos niños corriendo a su lado le arrancaron una pequeña sonrisa.

—Por fin llegamos.

La entrada del pueblo estaba decorada con esmero, macetas con las flores más coloridas, carteles de los diferentes negocios y puestos de comida, pero de todo hubo algo que le llamó la atención. Unos kanjis bien grandes escritos con tinta negra sobre unos tablones de madera.

—¿Tienes ganas de un baño, Suku? —susurró Yuji, agachando la cabeza y bajando la voz.

«¿Cómo me has llamado, mocoso?» replicó el demonio en su cabeza.

—Un apodo cariñoso, ¿no te gusta? —rió, apartándose entre dos casas para que la gente no le mirase raro por hablar solo.

«Métete ese nombre por el cu...».

—¡Bollos de carne recién hechos! —gritó un vendedor en la calle, interrumpiendo a Sukuna.

—Viejo gruñón, a mí me gusta —negó Yuji con tono de broma.

Aunque Sukuna no entendía bien el sentido del humor de Yuji, lo dejó pasar. Cualquiera en su situación ya tendría la cabeza separada de sus hombros, pero con él era diferente. Además es como si hubieran enterrado por fin el hacha de guerra, como si hicieran las paces sin hablarlo directamente.

Le gustaba verlo feliz, risueño, sus ojos brillando, sus mejillas coloreadas, sonriendo. Y a la vez quería ser el culpable de ese estado. ¿Lo lograría alguna vez? No quería volver a traer desgracias al joven chamán, aunque él mismo fuera el rey de las calamidades.

—Qué hambre tengo... No sé cuánto llevamos sin comer.

«Demasiado. Prueba a robar algo».

Yuji puso los ojos en blanco mientras rebuscaba en sus ropajes, la suerte le sonreía tras escuchar el leve tintineo de las monedas de plata en una pequeña bolsa de cuero. Creía haberlo perdido todo el día anterior, no era mucho pero al menos no tendría que robar a un pobre infeliz tal y como sugería Sukuna.

—Deme dos, por favor —pidió el chico tras acercarse al anciano que atendía el puesto.

—¡Marchando! —le tendió un par sobre una hoja de árbol para no mancharse las manos.

El joven pagó al hombre y se despidió con una sonrisa mientras se perdía pueblo adentro, leyendo los carteles que decoraban las puertas de los negocios. Artesanías, cuadros, armas, comida, todo era tan hermoso e interesante. Pero su objetivo estaba al final del todo. Aquella aldea era famosa por sus aguas termales, y había guardado el resto del dinero para poder darse el lujo y tomar un baño junto a Sukuna, ignorando lo peligroso que podía ser todo aquello.

Yuji tomó uno de los bollos de carne picada y verduras y lo llevó a su boca, mordiendo un poco el borde, disfrutándolo lentamente. Miró a todos lados y no parecía que nadie le estuviera prestando especial atención, así que tomó el otro y lo llevó a su mejilla.

—Come.

«Eres tú el que se muere de hambre, mocoso».

—Compartimos estómago, lo voy a ingerir yo igualmente.

Run, little boy (SukuIta)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora