Capítulo 23

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Aclaraciones: la portada e imágenes adjuntas me pertenecen. 

。・ 。 宿儺 。・ 。

Una maraña de cabello rosa se sumergió en el agua helada del río una y otra vez, luego simuló un cuenco entre sus manos para tomar aquel líquido transparente y beber hasta saciarse. Esto mismo se repitió los siguientes diez minutos hasta limpiar toda la suciedad, hasta que notó los dedos entumecidos por la temperatura. Es primavera pero la noche aún no perdonaba.

Abandonó el río y se alejó bosque adentro, buscando una fuente de luz entre los árboles, llegando a su improvisado campamento. Una pequeña hoguera se convirtió en su única compañía hasta el amanecer. Frotó sus manos para entrar en calor mientras el pescado se terminaba de cocinar.

El olor era tan agradable, sus tripas rugieron con furia. Sus dientes despedazaron hábilmente la carne del pez que había perdido horas antes contra su caña de pescar. Últimamente sentía más hambre que de costumbre, su cuerpo consumía una cantidad ingente de energía cada vez que hacía un esfuerzo.

Ahora todo había cambiado, ya no era un simple humano o un simple hechicero. Yuji se quedó en silencio contemplando el fuego después de su tosca cena.

¿Cuánto había pasado? Semanas. Semanas desde que todo acabó, desde que huyó de la capital. Hacía días que no se topaba con ninguna persona, alejándose por caminos secundarios, bosques, valles. El paisaje de campo fue cambiando poco a poco a uno más montañoso, donde ahora se encontraba.

Y con todos esos cambios, hubo momentos donde comprobar qué tan fuerte era ahora, como contra esa jauría de perros salvajes que acudieron a su campamento atraídos por el olor de un conejo recién cocinado. Una simple mirada y salieron asustados.

Podía golpear un árbol y partir el tronco a la mitad sin esfuerzo, podía sentir todo a su alrededor, los movimientos de cada ser vivo que lo rodeaba, su energía, su respiración, el olor de la savia de los pinos o las flores silvestres de un campo cercano, también a qué dirección soplaba el viento y si podían caer precipitaciones, qué temperatura hacía y hasta el más ínfimo detalle, como ver una mota de polvo flotante delante de sus ojos.

Al principio fue hasta doloroso, a su cabeza le costaba comprender qué estaba ocurriendo y cómo procesar tanta información de golpe, pero a medida que pasaban los días el dolor disminuía, todo se hacía habitual. Los animales salvajes lo evitaban, pues él era más fuerte. Las presas no tenían tiempo para huir, sus reflejos eran inigualables.

—¿Sigues enfadado? —preguntó una voz, trayéndolo a la realidad momentáneamente. No respondió.

La verdad es que nunca se imaginó acabando cual ermitaño viviendo en la montaña, le faltaba la cueva. Agradecía a Megumi por haberle enseñado las nociones básicas de supervivencia. Y realmente se preocupó por él, deseando que todo siguiera bien.

—¿Vas a seguir ignorándome?

Yuji tampoco respondió, chasqueó la lengua y se reclinó contra el tronco de un árbol, sin apartar la mirada de las llamas.

—Mocoso —lo volvió a llamar.

Entonces el joven se cruzó de brazos y bajó los ojos al suelo.

—¿Qué quieres?

Cualquiera que lo viera de lejos pensaría que ese chico estaba loco hablando solo, pero la realidad es que una boca con labios y lengua incluida había surgido en su mejilla izquierda y hasta hablaba por arte de magia. Su cuerpo ahora es el recipiente de una poderosa maldición, en concreto para el Rey de ellas.

—Hablar.

—No quiero hablar, Sukuna.

Profundas ojeras decoraban su pálido rostro, llevaba días sin dormir de forma adecuada, por la ansiedad, por las pesadillas. Pues siempre que bajaba los párpados se sucedía una serie de imágenes borrosas representando los mismos horrores una y otra vez. Muerte y destrucción.

Run, little boy (SukuIta)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora