Capítulo 2

2.2K 313 86
                                    

Aclaraciones: la portada e imágenes adjuntas me pertenecen.

。・ 。 宿儺 。・ 。

Los Itadori vivían bastante lejos de la ciudad, en los barrios marginales, por lo que les llevó una larga caminata llegar hasta el centro. Yuji estaba cansado de tanto andar con esas sandalias de madera, le dolían los pies. Pero no dijo nada por no molestar a su padre, que ya estaba bastante preocupado por preguntar cómo llegar a su destino.

El paisaje comenzó a cambiar, las casas de madera y paja —como la suya— desaparecieron, siendo sustituidas por largas avenidas asfaltadas con piedra por donde pasaban carruajes con caballos y gente, muchísima gente. Se sentía intimidado por la cantidad de personas que había, algunas le empujaban, otras simplemente lo esquivaban dedicándole una mala mirada. Hombres, mujeres y niños iban y venían de un lado a otro.

Jin tomó la mano de su hijo al ver que no avanzaba mucho y se escurrieron entre la multitud que se había acumulado cerca de la avenida principal mientras caía la tarde. El tumulto no dejaba avanzar más, estaban custodiados por un gran grupo de soldados uniformados y armados.

—¡En fila y orden! —gritaba uno— ¡Todos los hombres mayores de edad jóvenes aquí!

El tipo vociferó un par de cosas más pero no tuvo tiempo de escucharlo por la interrupción de su padre.

—Vamos hijo, allí están reuniendo a los demás —le susurró señalando la dirección con su cabeza.

Yuji solo pudo asentir y seguir a su progenitor, esquivando a los demás y procurando mantener el paso. Pero en ese mismo momento sintió un tirón en su hombro y alguien que lo arrastraba con fuerza hasta la mitad de la calle, traspasando esa barrera de soldados que paraba a la gente. El hombre soltó su brazo y sintió algo de dolor en la zona por la brusquedad.

—¡He dicho que aquí todos! —lo regañó el soldado que acababa de traerlo.

Yuji solo pudo agachar la cabeza a modo de disculpa, pues en verdad no lo había escuchado. Buscó con la mirada entre la multitud pero no encontró a su padre, al menos deseaba despedirse de él pero no hubo tiempo a lamentaciones.

—¡Avanza! —le ordenó otro soldado, dándole un empujón en la espalda.

El muchacho se unió a una larga fila de chicos que caminaba lentamente hacia un edificio que ahora sí pudo ver con claridad en la lejanía. El castillo del Emperador se alzaba impotente ante sus ojos, una armonía perfecta entre madera y piedra de la más alta calidad. Los mejores arquitectos antaño diseñaron ese edificio con tanto mimo sin dejar de lado el lujo y la elegancia.

Se sentía hechizado al admirar esa fachada, prácticamente no se había dado cuenta cuando entraron tras esos muros. Un enorme jardín se abrió ante sus ojos, césped perfectamente cortado, flores de todos los colores y aromas, árboles de todas las especies posibles... Los soldados seguían gritando cosas en alto pero estaba tan embelesado que no escuchó hasta que uno pronunció su nombre.

—¿¡Familia Itadori!?

Yuji levantó la cabeza en dirección a esa voz que lo llamaba. Se dio cuenta de que había varias miradas posadas en él y no eran precisamente amigables. Los soldados hicieron un pasillo entre ellos para que fueran pasando los chicos llamados.

Dio un paso adelante y sintió cuchicheos a su espalda, era obvio el porqué. Ya había reparado en los demás candidatos, tan arreglados, bien vestidos y perfumados. Luego estaba él, despeinado, con esa ropa harapienta, sintió una profunda vergüenza. Aún así avanzó con los demás, entrando en una gran estancia y abandonando el precioso jardín.

Run, little boy (SukuIta)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora