Capítulo 18

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Aclaraciones: la portada e imágenes adjuntas me pertenecen.

Avisos: Contenido sexual.

。・ 。 宿儺 。・ 。

—Dime, mocoso. ¿Cuál es tu mayor anhelo?

Yuji Itadori se mantuvo en silencio cinco largos segundos, casi podía sentir el martilleo de su corazón golpeando sus oídos, estaba nervioso y Sukuna lo sabía, no borraba esa estúpida sonrisa de su rostro.

—Yo... —había abierto sus labios para hablar pero ahora se veía incapaz por lo intimidante que era la figura de la maldición, aunque finalmente se armó de valor— Quiero una última cosa antes de que te vayas, antes de despertarme.

—¿Y qué es? —insistió Sukuna, curioso.

Otra breve pausa, sentía sus mejillas arder, pero era ahora o nunca. Si no lo decía, se iba a arrepentir eternamente. Además, lo peor que podía pasar era que Sukuna se riera de él y se despidiera sin más.

—Me gustaría estar contigo... —dijo, atreviéndose a levantar la mirada— ... como aquella vez...

—Oh —fue lo único que dijo el demonio, frotándose la barbilla con una mano, pensativo.

De todas las cosas que se esperaba de él, como por ejemplo un tonto abrazo, eso lo pilló por la guardia baja. Levantó la cabeza, mirando la figura de Itadori de arriba abajo, tan pequeño ante sus ojos, y soltó una profunda carcajada.

—Vaya, y yo creía que eras más inocente. Te juzgué mal...

—¿Eso es un no? —el chico había hecho una mueca de decepción.

Sukuna levantó dos dedos y todo el escenario cambió, ahora estaban en el que una vez fue el dormitorio de Yuji en el castillo, lo podía reconocer aún en penumbra. Sentía los ojos rojos del demonio sobre él, sobre todo cuando se atrevió a acercarse a la maldición

—Está bien, mocoso —dijo Sukuna, tomando a Yuji de la cintura y atrayéndolo de forma algo brusca— Permíteme disfrutar de mis últimos instantes.

Pasó su pulgar sobre los labios rosados del muchacho de forma lenta mientras se inclinaba hacia él, Sukuna había cerrado sus cuatro ojos para verse envuelto en esa agradable calidez cuando besó a Yuji una vez más. Pero esta vez era diferente a la última, mucho más lenta, mucho más disfrutable, y además correspondida. Yuji se había colocado de puntillas para alcanzar la altura del otro hechicero.

Sukuna sumergió su mano en el cabello del muchacho, acariciando sus mechones rosados lentamente mientras habría su boca una y otra vez, buscando intercambiar saliva con el menor en un beso cargado de sentimientos entre ambos. Era la primera vez que se portaba de forma tan cuidadosa con alguien.

La ropa pronto no hizo falta. Entre besos, fue desatando lentamente la tela que separaba a Yuji de la desnudez, deslizó la prenda hasta sus pies y contempló su figura pálida ante él.

—Tan vulnerable —dijo para sí mismo mientras se deshacía también de su ropa— Tan hermoso.

El joven se sonrojó ante aquel extraño cumplido pero no pudo replicar a sus palabras, pues pronto su cuerpo se vio cargado hasta la cama, su cama, y arrojado sobre el colchón con impaciencia. Finalmente, Sukuna estaba desnudo ante él, pronto lo acompañó en tumbarse.

Y repasó con sus dedos cada detalle de sus grandes músculos, duros, tensos, incluso levantó una mano para acariciar la mandíbula del Rey de las maldiciones, que lo contemplaba con curiosidad y unas contenidas ganas de devorarlo.

—Me gustas —dijo Yuji cuando el demonio bajó a besar su cuello y pecho.

—¿Mmmh? —preguntó Sukuna contra la piel del muchacho.

Run, little boy (SukuIta)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora